Aouate cumple y transcurridas las cuarenta y ocho horas que le dio de plazo a Pedro Terrasa para aceptar o no su oferta, ha hecho lo que prometió: retirarla.

Que alguien sea coherente en el Consejo de Administración del Mallorca ya es noticia, porque en su seno ya se ha puesto de manifiesto en demasiadas ocasiones que la palabra empeñada no tiene ningún valor. Por lo menos Dudú da la cara y no miente. Un tanto a su favor y otra oportunidad perdida por Biel Cerdà y su adlátere de conveniencia que tendrán que agarrarse a un clavón ardiente, italiano o siciliano si cabe, para llevarse lo que no se han ganado: dinero.

Como de costumbre, al menos en estos últimos cuatro años, el Mallorca juega dos partidos en un mismo fin de semana. El primero en Zaragoza, el domingo a las seis y cuarto, y el segundo el lunes, al filo de las cuatro de la tarde.

Ampliaciones de capital aparte, en cuyos juegos de guerra me pierdo, todo indica que le venganza, pueril como casi todas, consistirá en proponer y aprobar la destitución del excancerbero. Un nuevo ejercicio de hipocresía de parte de quien, cuando olió la pasta, aprobó su nombramiento en perjuicio de Nadal, Engonga y Soler. El primero sigue en el club, los otros dos no. Espero y deseo que, llegado el caso, tengan la personalidad suficiente para no aceptar la humillación de un eventual regreso en medio de este berenjenal.

Utz Claassen, descolocado tras aquel Consejo de Administración, se sintió ninguneado y, seguramente, privado del sueño que acariciaba: conseguir una foto junto a Rafel Nadal. Ahora el alemán, desilusionado, deshoja la margarita del compro o vendo y calcula cuáles son sus opciones para alcanzar una mayoría simple que le permitiera recuperar protagonismo y reverdecer su fantasía.

Todos ignoran una máxima elemental: no se puede ir contra el pueblo. Antes o después, siempre se pierde. Y si preguntamos al mallorquinismo, hace tiempo que ha dictado sentencia: ¡todos fuera!