Dudu Aouate y Valeri Karpin eran las cabezas visibles de un proyecto que prometía una fuerte inversión y una plantilla de altos vuelos y que agoniza sin haberse desarrollado. El israelí presentó formalmente la dimisión de su cargo de manager general en el primero de los dos Consejos de Administración que se celebraron en Son Moix. En la segunda reunión no se despidió al ruso, aunque le queda poco, víctima de los malos resultados y de la salida de Aouate, el único apoyo que le quedaba en el club.

A falta de que deje también su silla en el Consejo, en el que representaba a una empresa de Llorenç Serra Ferrer, el israelí pone punto y final a una etapa de casi seis años en el Real Mallorca, la mayor parte como guardameta y en los últimos meses como directivo y aspirante a propietario.

Nunca desveló cuáles eran los importantes apoyos de los que presumía. Profesionales de "primer nivel" que iban a subir el listón en el área deportiva y económica. En los casi dos meses que transcurrieron desde que fue nombrado manager general solo emergió la figura de Fali Ramasani, un representante especializado futbolistas centroeuropeos que colocó en el Mallorca a los serbios Marko Scepovic, Filip Markovic y Nikola Gulan.

Los malos resultados y el bajo rendimiento de estos fichajes -también firmó al inédito Gai Assulin- empezaron a socavar la credibilidad de un Aouate que había tomado decisiones trascendentales sin haber comprado el club, al tiempo que las negociaciones con Biel Cerdà se encaminaban hacia la ruptura.

Antes, a falta de solo diez días para el arranque de la competición, había dado un vuelco a la planificación deportiva destituyendo al cuerpo técnico que encabezaba Miquel Soler, arrinconando a Miquel Àngel Nadal y contratando a Karpin.

El cargo de manager general lo idearon Serra Ferrer y Biel Cerdà para que Aouate empezara a pisar el terreno que, se suponía, iba a comprar. Había un acuerdo verbal entre los tres, pero por causas todavía desconocidas todo se rompió entre el ya ex manager general y el presidente.

El israelí abandona después de haber dado unos primeros pasos decepcionantes y de haberse involucrado de lleno en la guerra institucional. Sus ofertas a Cerdà, Claassen y Terrasa cayeron en saco roto y ahora serán otros los que asuman el protagonismo de una compraventa convertida ya en un esperpento.

Karpin, por su parte, da síntomas de agotamiento desde hace tiempo. Sin experiencia en los banquillos españoles, el traje de técnico mallorquinista le está viniendo muy grande. Más aún cuando tuvo que hacerse cargo de una plantilla a medio hacer y con el inicio de la Liga llamando a la puerta.

Siete jornadas parece que va a durar Karpin en el banquillo bermellón si se consuma hoy su adiós. Deja colista a un Mallorca que ha sumado dos puntos de 21 posibles y a un grupo de futbolistas derrotados y consumidos por la ansiedad. Nada de esa garra que le caracterizó como futbolista se ha contagiado a su equipo.

"Que pase lo que tenga que pasar", dijo el técnico después de la derrota de La Romareda. La convocatoria de un Consejo para analizar la situación deportiva no auguraba nada bueno para Karpin. Y lo más propable es que la pobre imagen que dejó el equipo en Zaragoza suponga su sentencia, a falta de que se confirme este martes. El partido del sábado frente al Alavés en el Iberostar Estadio está demasiado cerca para perder todavía más el tiempo con especulaciones.

Cerdà, Claassen, Terrasa y Blum tienen clara la necesidad de destituir al ruso. El presidente también, pese a que en agosto apoyó su nombramiento. Karpin también ha sufrido los daños colaterales de la guerra institucional. Su llegada al Mallorca fue encajada con desagrado por Claassen, Terrasa y Blum, los consejeros que habían aupado a Nadal a la dirección deportiva. Con el abandono de Aouate se ha quedado sin su último sostén en la institución bermellona. La guillotina ya está preparada hoy en Son Moix.