Pagar por nada. Eso es lo que ha hecho el tremebundo presidente del Mallorca, en un nuevo ejercicio de incompetencia que explica muchas cosas. Entre ellas, que el club esté al borde de la bancarrota con actuaciones como la que se expone en esta página. Con delirios de grandeza permanente, no solo no se conforma con presidir -es un decir- el club, sino que ya ejerce de director deportivo ´de facto´. Abonó 300.000 euros al presidiario Del Nido por un futbolista que no ha llegado ni se le espera y negocia el traspaso de Marco al West Ham a espaldas de un Consejo que se ha mostrado incapaz de detener los desmanes de Cerdà.

Ha tenido la gran oportunidad de irse, y la ha desaprovechado. A conciencia. Difícilmente encontrará a alguien que le abone casi tres millones por el cinco por ciento de sus acciones. Pero Cerdà lo tiene todo calculado. Si se queda, es porque sigue viendo posibilidad de negocio en el Mallorca, un club que, desde el primer día, ha utilizado como conducto para ganarse la vida. Y muy bien, por cierto. Serra Ferrer, que se mantendrá en un tercer plano, va a tener muy complicado desembarazarse de un personaje tóxico, que está sacando petróleo de un pacto de sindicación incalificable.