Con pie y medio en Segunda B, ajenos a la debacle que se avecina, como si no fuera con ellos, los dirigentes del Mallorca siguen a lo suyo, cada uno haciendo la guerra por su cuenta, humillándose y humillando al club para el que se supone desean lo mejor. Parecen empecinados en conducir a la entidad a la ruina, y a fe que lo están consiguiendo.

No se salva ni uno. El máximo accionista, pese a su pésima gestión, el único mallorquinista de verdad entre toda la ´troupe´ de la planta noble, es el principal responsable del caos institucional. Por aterrizar en el club acompañado de indeseables a los que ha concedido todo el poder, porque no ha querido ni se ha sabido aconsejar por nadie y por una desafortunada dirección deportiva, en la que cada decisión ha sido más dañina para el club que la anterior.

Serra Ferrer, como inductor de la destitución de Carreras, tenía que haber estado ayer en el Consejo. Pero una vez más se ausentó y dejó para los de siempre su minuto de gloria, aunque fuera para soltar sandeces. El colmo del despropósito es su supuesta negociación para hacerse cargo de la dirección deportiva del Betis. Es muy libre de negociar con quien quiera, pero ha elegido el peor momento. Así, da la imagen de estar de vuelta de todo, de que lo único que quiere es escapar cuanto antes de este infierno, cuando no es así.

Capítulo aparte merece el presidente. Biel Cerdà la volvió a liar parda al presentar una propuesta que sabía mejor que nadie que no saldría adelante. Conoce de primera mano que su examigo no volverá a sentarse en el banquillo. Sus palabras al término del Consejo, en el colmo del cinismo, le delatan como un personaje oscuro, maléfico, dispuesto a llegar donde sea para hundir a Serra Ferrer. El Mallorca nunca le ha importado un pimiento. Una vez más ha tenido que tragar y aceptar a Olaizola como última tabla de salvación. Otro ridículo más en su haber.

Y qué decir del resto. Claassen, como Serra, acude a los consejos cuando le da la gana. Blum no pasa de ser un veleta. Por la noche piensa blanco y doce horas después vota lo mismo que Cerdà, que el máximo accionista se siente en el banquillo. A eso se le llama tener personalidad. Ahora resulta que a Blum no le sirve Olaizola porque carece de experiencia, como si Nadal, al que apoyó como sustituto de Oltra, luciera un extenso palmarés como entrenador. La incoherencia personificada. Y Terrasa, otro que tal, presentándose tarde y mal a la cita matinal, en otra demostración de lo mucho que le preocupa el Mallorca.

Todo hace pensar que la destitución de Carreras ha llegado demasiado tarde. Víctima de los resultados, como Oltra, como Caparrós, el catalán se ha visto impotente para liderar una plantilla acongojada, escasa de calidad y abocada al abismo del descenso. El Mallorca, definitivamente, es una ruina. Con un máximo accionista desaparecido, un presidente impresentable, unos consejeros que solo se mueven por intereses personales, sin entrenador, sin director deportivo, con una plantilla mediocre y una afición que ha desertado. Ni queriendo les sale peor.