El Mallorca ha tocado fondo, y la grada expresó como nadie el sentir de los cada vez menos aficionados que se dan cita en Son Moix. En los minutos finales, y con el equipo hecho un pastiche, Son Moix fue un grito unánime, primero contra Cerdà, ayer acompañado de Serra Ferrer y Blum, y después contra la directiva, Oltra y los jugadores. A la primera le pidieron la dimisión, al técnico que se vaya de una vez y a los futbolistas les tildaron de mercenarios en otra lamentable exhibición de querer y no poder. Cuando quedan dieciséis jornadas por delante, el Consejo debe ponerse de acuerdo por una vez y dar un golpe de timón a una situación insostenible. Nadie sabe si la solución está en el cambio de técnico, pero lo que sí parece claro es que Oltra no puede seguir ni un minuto más en el banquillo del Mallorca. El equipo le viene demasiado grande, lleva seis meses dando tumbos sin encontrar una solución decente a un desaguisado descomunal. Ya ni le sirve su discurso de siempre porque nadie se lo cree, posiblemente empezando por él mismo. Serra Ferrer, como máximo accionista y director deportivo, y Claassen, en tierras asiáticas en plena tormenta en la isla, deben buscar una solución para salir de la situación de parálisis en la que se encuentra la institución. Que pasen los días sin que nada pase, dejando que Oltra siga entrenando como si nada, es lo peor que le puede ocurrir a un club que, a día de hoy, puede pensar más en la forma de evitar el descenso que pensar en el ascenso, algo que suena a broma pesada. Si la directiva tiene un poco de decencia, que parece que no, haría un frente común para evitar el desastre, para ponerse de acuerdo en algo, aunque sea por una vez. Y si tiene algo de sentido común, prescindirían de un entrenador al que nadie le puede discutir su entrega y dedicación, pero que no sabe cómo salir de esta. Porque de oportunidades no se puede quejar.

El partido fue un vivo espejo de la situación del club. Los jugadores están como flanes. Empezaron bien el partido, con ocasiones claras de gol. Generelo e Iriney daban sentido al juego del Mallorca. Y en los extremos, Marco y Nsue parecían estar enchufados. Parecía. Porque con el gol de Eldin a la media hora de juego, el equipo se desmontó como un castillo de naipes. No solo no marcaron sino que cada vez veían más lejos la portería de Falcón, guardameta del Hércules.

Se enfrentaban los dos equipos más goleados de la categoría, con una cuarentena de goles cada uno. Pero ni por esas. Parecía el día indicado para darse un festín de goles. Pero si la semana pasada el Alcorcón, el equipo menos goleador de Segunda, necesitó solo ocho minutos para batir a Miño, ayer el Hércules mantuvo su portería a cero, un hecho insólito. Con el Mallorca en el campo, todo es posible.

A los diez minutos de la segunda parte Oltra decidió jugársela dando entrada a Hemed por Ximo. El equipo pasó a jugar con una defensa de tres que sufrió de lo lindo. Al minuto de entrar, el delantero israelí no llegó por milímetros a un gran centro de Nsue desde la banda. Pero a continuación, y por partida doble, el Hércules pudo sentenciar por medio de De Lucas, que acababa de entrar, tras un clamoroso error de Cadamuro, y de Eldin, que erró incomprensiblemente.

Hasta el final del partido fue un querer y no poder de unos jugadores que se movían entre el grito ensordecedor de una afición que está hasta las narices de que el (mal) espectáculo esté en los despachos y no en el terreno de juego. Para colmo de males, Antonio López tuvo que dejar el campo lesionado con veinte minutos por delante. Fue la única forma de que entrara Alex Moreno, que se debe estar preguntando porqué ocupaba plaza en el banquillo cuando es uno de los pocos que rinde en el campo. Cosas de entrenadores, cosas de Oltra.

Con el pitido final, Son Moix explotó hacia todo lo que se movía. Hacia Cerdà fue la pañolada -se lo ha ganado a pulso-, pero fue extensiva a todos los que conforman el club. Nadie está en su sitio. Ni el Consejo -del primero al último deberían irse a su casa-, ni el entrenador -lo lógico sería que presentara la dimisión- ni los jugadores, incapaces de ganar a nadie. Ni siquiera a un equipo en descenso.

El árbitro

Pérez Pallas

Sin complicaciones

El colegiado gallego tuvo la virtud de no complicarse la vida. Bien auxiliado en las bandas, acertó al anular un gol a Gerard Moreno por fuera de juego en el minuto 22. Bien en la señalización de la ley de la ventaja. Nadie se puede sentir perjudicado por sus decisiones.

Lo mejor

La afición

La afición del Mallorca dijo basta y durante muchos minutos de la segunda parte y al final del partido expresó su indignación por la situación del equipo y del club, sin norte en el terreno de juego y en los despachos. Si el clamor popular sirve para que se reaccione, bienvenido sean los gritos de desaprobación.

Lo peor

La impotencia de los jugadores

Se nota de inmediato que a los jugadores les puede la presión del pésimo momento. Parece que ya no creen en el discurso de su entrenador, que no encuentra la fórmula.