Claudio Barragán (Manises, 1964) es pura nostalgia para el mallorquinista mayor de 30 años. A buen seguro que cuando el ahora técnico de la Ponferradina aterrice mañana en la isla le vendrán a la cabeza muchos recuerdos de su etapa en el Mallorca en las temporadas 1989/90 y 1990/91. Casi todos tendrán relación con un Lluís Sitjar que ahora está en ruinas y de un club que no se parece en nada al que el militó, aunque el ahora máximo accionista sea el mismo que fue su entrenador en aquella etapa, Llorenç Serra Ferrer, y el delegado sea Damià Amer, con el que coincidió como compañero en su primera temporada antes de la retirada del pobler.

Ahora es el exitoso entrenador de la Ponferradina, una entidad en el que vive su cuarta campaña -en la primera no evitó el descenso a Segunda B tras cogerlo a mediados del curso-, que devolvió a la Liga Adelante y que en la pasada campaña se quedó a las puertas de clasificarse para la promoción de ascenso a Primera. Después del brillante triunfo del pasado domingo ante el líder Recreativo (3-1), ocupa la octava plaza con dieciocho puntos, dos más que los de Oltra. Claudio se está labrando un buen nombre en los banquillos que como futbolista también disfrutó.

El Mallorca presidido por Miquel Contestí pagó la friolera de 25 millones de pesetas en el verano de 1989 por un delantero prometedor del Elche en el que había marcado siete tantos a pesar de su descenso a Segunda. Y se adaptó rápido a un equipo que fue la auténtica revelación de la temporada, finalizando en la décima plaza. Marcó tres tantos en una plantilla en la que ya destacaba Nadal, que anotó siete, y Ezaki Badou en la portería, entre muchos otros. Siempre se le acusó de no tener demasiado gol, a pesar de su extraordinaria calidad y, además, protagonizó diversos desencuentros con el propio Serra Ferrer por asuntos disciplinarios. Junto a Álvaro Cervera, ahora preparador del Tenerife, se entendía tan bien tanto dentro, con el que formaba una buena sociedad, como fuera del campo. En uno de los problemas surgidos en aquel vestuario, tuvieron que ser los jugadores con más peso, como Parra, Ezaki, Fradera o Pedraza los que recondujeran la situación. En la temporada 1990/1991 el Mallorca consiguió mantener el bloque, aunque en la Liga no fue tan regular, aunque se acabó salvando al ocupar la decimoquinta posición. Quizá porque la atención se centró en la Copa del Rey, histórica, porque llegó a la final gracias, entre otras cosas, a los goles de Claudio. Aunque muchos seguro que no han olvidado una clara ocasión que, tras un centro de Álvaro, falló ante un Atlético de Madrid que venció en la prórroga en el Santiago Bernabéu (1-0).

El ariete cambió el Sitjar por Riazor y fue uno de los integrantes del ´Súper Dépor´, subcampeón de Liga en 1994 y que conquistó una Copa en 1995. Fue internacional y todo un ídolo para los gallegos, junto a los Bebeto, Mauro Silva y compañía. Salamanca y Elche fueron sus últimos equipos antes de colgar las botas.