Joaquín Caparrós utilizó durante la pasada temporada en más de una ocasión la ´lengua de madera´, término que él mismo acuñó para confesar que alguna vez decía alguna "mentirijilla" ante los micrófonos para proteger a su equipo. Anoche, después de la derrota ante el Barcelona, pasó de usarla y directamente prefirió decir que no compartiría en público su opinión cuando fue preguntado por cuál es el problema de base para llegar a esta preocupante situación. No sé cuál es la mejor de las dos opciones, aunque personalmente me quedo con esta segunda, pero lo que es seguro es que dejó un gran interrogante por despejar. Es elogiable que el técnico no recurra continuamente al elevado número de lesionados que ha sufrido la plantilla de futbolistas clave, que lo podría hacer, pero si no se atreve a pronunciar cuál es su explicación con el altavoz enchufado significa que no quiere hacer daño a alguien. O mejor dicho, que no se quiere meter en líos. ¿Será un mensaje directo para Llorenç Serra Ferrer por la confección de la plantilla, o su dedo acusa a sus propios futbolistas por este bajón tan acusado en su rendimiento? Quizá son las dos cosas. El utrerano debe hacer autocrítica porque su equipo ya no lo conoce ni su padre, que es él. El balón le quema y su propuesta es pobre, aspectos que en septiembre no se discutían por la bonanza de resultados. Solucionarlos ayudaría a iniciar la reacción tan deseada como obligada.

Seis derrotas consecutivas no son ninguna broma y los mismos jugadores que han sumido al Mallorca en esta crisis son los mismos que deben sacarlo de ella. Esta también es su responsabilidad porque Caparrós no sale a presionar ni marca goles. Y en el fútbol se deben poder hacer tres pases seguidos, por mucho que enfrente tengas a todo un Barça. El ambiente está enrarecido, sobra decirlo, pero todavía no se detecta entre el mallorquinismo la desconfianza que sí existe en otras aficiones con sus equipos. Y eso dice mucho después de sumar cero puntos de dieciocho posibles. No es cuestión de tentar a la suerte, pero este grupo debe empezar a espabilar lo antes posible. Su credibilidad ganada a pulso está en juego.