El Real Mallorca dejó escapar en Anoeta una gran oportunidad para enlazar su segunda victoria consecutiva, dar un salto en la clasificación y, sobre todo, confirmar que la gran victoria sobre el Villarreal no había sido una excepción. Pero sí lo fue. La norma, en el Mallorca de Joaquín Caparrós, es la irregularidad.

Si algo caracteriza al conjunto bermellón esta temporada es su escasa fiabilidad. Los mismos hombres que habían goleado al Villarreal perdieron siete días después ante la Real Sociedad en un partido deplorable. Faltó fútbol, ambición e intensidad. Y sobró especular con el resultado. Con el empate a cero, en la segunda parte el Mallorca regaló el campo y el balón a su rival esperando que el tiempo pasara deprisa.

Lo cierto es que el equipo no genera confianza. Ha brillado en contados partidos frente al Real Madrid, Zaragoza o Villarreal, para inmediatamente después ahogar cualquier atisbo de esperanza con una decepción. Y ya van muchas en un curso en el que el equipo parece incapacitado para remontar en la clasificación.

El Mallorca no gana dos partidos consecutivos desde enero de 2010, cuando el equipo entonces entrenador por Michael Laudrup ganó consecutivamente al Almería y al Hércules en Son Moix. Vencer a la Real Sociedad y romper la estadística no parecía representar un gran desafío. Los donostiarras fueron un equipo muy vulgar. Pero los bermellones mostraron su peor cara y concedieron una nueva derrota a domicilio –la tercera seguida después de las cosechadas en los feudos del Málaga y Espanyol–.

Caparrós suma ya muchos meses tratando de hacer del Mallorca un equipo regular, aunque hasta el momento no ha dado con la tecla. El utrerano tiene un once más o menos definido, pero no ha sabido inculcarle el gen competitivo que supuestamente caracteriza a todos los equipos a los que ha entrenado.

Del mismo modo, algunos de los jugadores que acumulan más minutos no pueden presumir de fiabilidad. Aouate suma ya varios errores de bulto que han puesto las cosas muy fáciles a los rivales. Una mala recepción estuvo a punto de costarle un tanto al Mallorca en Anoeta.

Cáceres tampoco es sinónimo de seguridad. Hemed aporta poco. Y Víctor es inconstante. En ataque solo Castro y Pereira mantienen una cierta regularidad, pese a que sufren mucho cuando el equipo regala la pelota y se centra en defender un marcador, como sucedió en Anoeta. Solo parecen a salvo de las dudas los centrales –Nunes, Ramis y Chico–, la única demarcación en la que Caparrós tiene donde elegir efectivos de garantías. El banquillo, donde se sientan los tres futbolistas que debían marcar las diferencias esta temporada –Alfaro, Ogunjimi y Zuiverloon–, no da para más.

El Mallorca ha sumado diez puntos en los últimos diez partidos, una estadística muy discreta que puede conducir a agobios clasificatorios si no se corrige de inmediato. Y el sábado los rojillos reciben a Osasuna en otro partido que se tendrá que jugar a cara de perro.