Pesca
Fin a una saga de pescadores en Cala Rajada | Joan Fuster, el último de los ‘Pere Andreu’: “He disfrutado de trabajar en el mar, vivir la naturaleza es precioso”
Esta familia de pescadores fue una de las pioneras del puerto de Cala Rajada. Su historia, iniciada en 1880, llega a su fin por la falta de relevo generacional que amenaza a las sagas marineras del municipio

Pedro y Joan Fuster, en el puerto de Cala Rajada. / Biel Capó

La falta de relevo generacional es uno de los motivos por los que muchos antiguos oficios van desapareciendo o menguando con el paso de los años. Es el caso de las primeras familias de pescadores que se instalaron en Cala Rajada. Una de ellas fueron los “Pere Andreu”, que a finales de 1880 dejaron el campo para dedicarse al mar. Pere Andreu Fuster Forteza fue el primero de la saga, que además de dedicarse a la pesca, abrió el bar La Unión, cerca del puerto de Cala Rajada. Junto con la familia Morey, dejaron Capdepera para ir al puerto de Cala Rajada y dedicarse a la pesca. Se instalaron en unos terrenos recién parcelados, cerca de la playa, para poder sacar a la familia adelante.
La saga continuó con sus descendientes, que dedicaron su vida al mar: unos como pescadores, otros con oficios ligados a ella, como la venta del pescado. Pedro Fuster fue quien continuó con la tradición familiar y, con ocho hijos a su cargo, siguió adelante. Aunque algunos de los hijos, de jovencitos, ayudaron en el arte de la pesca, con el paso de los años solo le quedó uno que continuara con la saga pesquera: Manuel Fuster Lareu, que a los catorce años ya ostentaba el título de patrón de una embarcación de pesca, la Hispaniola, construida en Cala Rajada, concretamente en los astilleros de la calle Llevamans, por un mestre d’aixa de Pollença, usando leña de pino de la zona.

La Hispaniola 2000, en el puerto 'gabellí'. / Biel Capó
Manuel tuvo dos hijos, Pedro y Joan; los dos siguieron los pasos de su progenitor, que les había inculcado este aprecio por la mar. En el año 2000 era tal su pasión por la mar que, una vez jubilado su padre, decidieron hacer lo mismo con la embarcación, la Hispaniola, y adquirir una nueva, la Hispaniola 2000, una embarcación moderna, construida en la isla, con un diseño a gusto de los hermanos, dotada con todos los utensilios y tecnología moderna, propios de las actuales embarcaciones de pesca profesional.
Pedro, diez años mayor que Joan, ya se encuentra jubilado, mientras que su hijo Pere Andreu continuaba adelante con la tradición pesquera junto a su tío, que tenía previsto jubilarse el próximo año, sin perspectivas de haber relevo generacional, a pesar de que a sus dos hijas les apasiona el mundo del mar. Una de ellas, Marina, es ingeniera y arquitecta naval y actualmente se encuentra trabajando en El Ferrol, y la otra, Aina, a pesar de que ha intentado seguir con la tradición y le gusta, no ha podido continuar por causas ajenas a su voluntad.
Imprevisto
Pero este año, a las puertas de la campaña de la llampuga, todo se precipitó: Joan, el último de la saga de los “Pere Andreu”, padeció una grave enfermedad que le llevó a tener que ser intervenido de urgencia, temiendo por su vida, en los quirófanos del hospital de Son Espases. Actualmente, Joan se encuentra recuperándose de su gravísima intervención. Este hecho ha obligado a adelantar su jubilación, prevista para el próximo año. “He disfrutado de trabajar en el mar; lo precioso es vivir la naturaleza, ver salir el sol, las nubes… aunque el solo hecho de ir en barca ya es maravilloso, y si además puedes vivir de ello, a mí me ha enganchado”, asegura Fuster.
Estos días se le puede ver por el puerto gabellí, junto con su hermano Pedro, retirando los últimos utensilios de sus artes de pesca y limpiando una embarcación, la Hispaniola 2000, de la que se ven obligados a poner a la venta a pesar de su buen estado y dotación.
Lo cierto es que aquí termina una saga de pescadores, una de las pioneras en el puerto de Cala Rajada. La falta de relevo generacional está llevando a algunas familias de pescadores con gran tradición marinera en Cala Rajada a su finalización, aunque la esperanza está puesta en otras familias que puedan venir o en lugareños a quienes les pueda gustar la tradición pesquera.
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