Lletra menuda
El cable secreto, fuera de casa

Imagen de la firma del protocolo para consensuar el trazado terrestre, el pasado mes de julio en el ayuntamiento de Alcúdia. / J. Frau
El segundo cable de conexión eléctrica con la península será controvertido hasta incluso después de su instalación, todavía imposible de concretar. Las incongruencias en las que van cayendo afectados potenciales y políticos de escaso voltaje resolutivo, sobre cableado de secretismo, no hacen más que aportar energía de contaminación social a la polémica. Se consolida la teoría del mal menor. Veamos: se ha evacuado consulta con los vecinos y éstos, sin aportar detalles, se decantan, en buena lógica, por la opción menos lesiva para las viviendas. En conexión paralela con el asunto, las relaciones en el seno del Ayuntamiento vuelven a echar chispas con una oposición socialista que se siente menospreciada al entender que la alcaldesa del PP, Fina Linares, les ocultó información de los trazados previstos cuando ya estaba decidido plantear dos únicas alternativas a los vecinos.
La alcaldesa ampara su silencio, en forma de veto a la oposición, en la convicción de que no es oportuno «presentar un documento como propuesta formal mientras todavía se está validando técnicamente». En qué quedamos. Los residentes en Alcúdia pueden pronunciarse sin la valoración técnica y en cambio los ediles ajenos al equipo de gobierno quedan privados de información y propuesta.
Estos comportamientos volátiles son efecto del pánico al cable. Nadie quiere quedar sacudido por él. Alcúdia tiene la mala fortuna de ser una de las principales puertas de entrada de energía eléctrica para una isla de consumo creciente y se afana en amortiguar sus potenciales efectos secundarios. Las autoridades se amparan en la opacidad y dentro de ella acarician la complicidad de los residentes. En definitiva, es falta de energía limpia para gobernar con voluntad, decisión y criterio, lo cual tiene, como se comprueba, efectos contaminantes que se generan primero en el seno de la corporación municipal y después se expanden hacia la opinión pública. Nadie quiere el cable cerca de casa pero, sin embargo, todos estamos atados a los servicios que presta.
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