El Firó, la batalla que Sóller no quiere dejar de ganar

Más de 8.500 personas ven en la Plaça de la Constitució cómo el Capità Angelats ha derrotado una vez más al temido Otxi Alí y proclamaba la victoria local frente a los piratas invasores

Sóller

Cada segundo lunes de mayo, Sóller deja de ser una ciudad sumida en sus problemas cotidianos para transformarse en una especie de teatro viviente donde la historia se representa a gritos, espadas, pólvora y pasión. El Firó no es solo una fiesta; es una catarsis colectiva, un ritual de identidad que pone en pie a un pueblo entero para revivir su mayor gesta: la defensa de su tierra frente al asalto sarraceno del 11 de mayo de 1561.

Este año, una vez más, la fiesta más emblemática del valle ha logrado reunir a miles de sollerics y visitantes en una jornada que mezcla fervor, dramatización y un estruendoso clamor popular. Más de 8.500 personas han llenado la plaza de la Constitución para ver cómo el mítico capità Angelats derrotaba, una vez más, al temido Otxi Alí y proclamaba la victoria de los sollerics frente a los moros que habían invadido el valle. No es una representación más: es la culminación de una jornada que combina devoción, memoria y fiesta.

Aunque el guion es conocido, el Firó siempre ofrece algo nuevo. Este 2025 ha estado marcado por la falta de pulseras ya que un año más se agotaron cuando se llevó a cabo su distribución. Su número no puede aumentar ya que el aforo de la plaza de la Constitución está limitado.

Las tensiones del día a día, como los problemas de la masificación turística, se han disuelto, sin embargo, con la llegada del mediodía y el arranque de los actos solemnes. La ofrenda floral ante el monumento a los Héroes del Once de Mayo, con la presencia de autoridades y la presidenta del Govern, Marga Prohens, ha marcado el inicio oficial de la jornada. A continuación, la misa en Can Tamany han recordado el valor de las hermanas Casasnovas, las Valentes Dones, figuras femeninas clave de la la fiesta que el mito ha elevado a símbolo de resistencia sollerica.

El mar, que un día trajo el peligro, ha sido el telón de fondo de la gran representación. La playa de Can Generós ha acogido por la tarde el simbólico desembarco de las tropas sarracenas, con un espectáculo que mezcló teatralidad y adrenalina. Los piratas, armados hasta los dientes y cubiertos de harapos, han surgido de las olas mientras las tropas locales dirigidas por el capità Angelats preparaban su defensa. El público, desde la arena, vibró con cada explosión de pólvora y cada grito de guerra.

Tras esta primera escaramuza, las batallas se sucedieron en Can Repic, el Pont den Barona, y finalmente la plaza, que se ha convertido en escenario principal de un guion mil veces ensayado, pero nunca igual. El capità Angelats, encarnado por Guillem Coll, lideró a sus tropas con determinación. Frente a él, el rey moro ofreció resistencia. El duelo final, a espadas, tensó a la multitud. La victoria ha sido local, como siempre, pero no por eso menos sentida.

Aunque tradicionalmente se ha puesto el foco en la figura del capità Angelats, el Firó de Sóller no puede entenderse sin las Valentes Dones, que en los últimos años han ganado visibilidad y peso simbólico. Las hermanas Casasnovas, Catalina y Francisca, representan la valentía civil, la defensa del hogar, la resistencia desde el interior. Según cuenta la leyenda, repelieron con una tranca de madera a los piratas que intentaban acceder a su casa. Hoy, esa barra, la de Can Tamany, es un símbolo de la defensa del valle.

Las Valentes Dones, que han abierto la jornada con la ofrenda floral, son encarnadas por solleriques que asumen el rol con una mezcla de orgullo y responsabilidad. Este año el papel ha sido encarnado por la pareja formada por Aurora Sampol y Àngela Morell.

Como ocurre con muchas fiestas populares, el Firó camina en equilibrio entre la tradición y los retos del presente. La masificación turística, la pérdida de identidad, los problemas de movilidad y el coste emocional de vivir en un destino hipervisibilizado se cuelan en todos sitios. Sin embargo, durante el Firó, esas tensiones parecen quedar en un segundo plano. Al menos durante unas horas, la ciudad se une en torno a una memoria común como es la fiesta de moros y cristianos.

El Firó no es apto para espíritus tibios. Participar en él requiere meses de preparación, ensayos, organización, y entrega. Los sollerics se involucran desde los colectivos hasta el último detalle, desde los trajes de época hasta el control de la pirotecnia. Este 2025, más de 150 efectivos de seguridad, entre Guardia Civil, Policía Local, seguridad privada, Protección Civil, Cruz Roja, Bombers y personal sanitario han velado para que la jornada transcurriera sin incidentes graves. No se han producido incidentes remarcables, a parte de los recurrentes botellones en las afueras.

Lo que Sóller revive cada mayo no es solo un episodio de la historia local, sino una afirmación de pertenencia. El Firó se alza como un acto de resistencia. Es la forma que tiene una ciudad de recordarse a sí misma que sigue aquí, que su historia cuenta y que su identidad no es un decorado, sino algo que se construye y se defiende, incluso entre el humo de los trabucos y el bullicio de los visitantes.

Mientras sonaba el himno de Mallorca y la plaza se ha fundido en abrazos, pólvora y alguna lágrima, Sóller sabía que había vuelto a ganar. No a los moros, sino al olvido.

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