Lletra menuda

Intrigas y misterios de Rotana

Llorenç Riera

Llorenç Riera

La cuestión es saber por qué, al menos que se sepa, nadie ha desplegado todavía el guion de un serial cinematográfico o cogido el hilo argumental de Rotana para una novela de intriga. Se puede hacer dando tiempo sabático a la imaginación. Basta con centrarse en la realidad, los avatares de la inmensa finca de Manacor, en el último medio siglo. Pugnas y dramas familiares, esplendor y ocaso del negocio turístico, incógnita y misterio de la inversión extranjera, un punto de filantropía y lujo hinchado, secretismo cultivado. Incluso su ubicación geográfica ha contribuido a delimitar el mundo aparte de Rotana, accesible solo con pasaporte de privacidad y exclusividad.

Mucho antes que el boom de los hoteles rurales y del trasvase en masa de possessions a titularidad extranjera ya estaba Rotana. Cuando despuntó para el turismo de lujo, el titular de la Rafa Nadal Academy, también de Manacor y ahora en boga por su gran prix de 94 millones, ni siquiera había nacido. En el extenso municipio de la ciudad sin alojamientos urbanos estándar pasan estas cosas.

El péndulo de Rotana apenas tiene límites internacionales en sus oscilaciones. En la década de los setenta del siglo pasado sus doscientas hectáreas fueron adquiridas por Juan Ramon Theler, un argentino de ascendencia suiza y ahora desemboca en menos de un grupo inversor de Singapur, cuyo consultor, Giovanni Merello, ya promociona el lugar como uno de los mejores Country-Resorts de Europa, lo cual, sobre el papel, viene a ser el no va más en infraestructuras y servicios de lujo. Es decir que Rotana, después de un lánguido tránsito, aspira a reinventarse y regenerarse sobre su mismo. 

Tiene antecedentes renovables en infraestructuras y servicios turísticos diversificados, incluyendo campo de golf y helipuerto. Salió a la venta por 20,5 millones. Es posible que se haya pagado menos por la finca que ahora recobra actualidad. El anterior propietario, fallecido en 2011, era conocido en Manacor. Singapur, de momento, queda muy lejos. 

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