Lletra menuda

Movilidad, escasez y poca eficiencia

Policía Local de Bunyola

Policía Local de Bunyola / .

Llorenç Riera

Llorenç Riera

Es muy probable que no haya un solo municipio de Mallorca satisfecho con la disponibilidad y eficacia de su respectiva plantilla de Policía Local. La situación de los agentes y su complacencia profesional tampoco está para echar cohetes. Las informaciones que se van encadenando, desde hace tiempo ya, y la experiencia vecinal permiten confirmar un malestar que no es nuevo y que resulta indiscriminado en cuanto al perjuicio, porque decepciona a la ciudadanía y deteriora directamente a unos políticos que, a los hechos y resultados nos remitimos, se muestran insolventes en materia de seguridad y acompañamiento al administrado.

Lejos de enmendarse la problemática, va acentuándose a medida que pasa el tiempo. Lo decimos porque apenas hay semana en que no salte un encontronazo en algún municipio entre Policía Local y cargos electos a lo que se les asigna la cuestión de la seguridad. Ahora es el turno de Bunyola. La cuestión es saber por qué, visto el lastre acumulado, no se canaliza la problemática evidente hacia la solución estable. ¿Incapacidad? ¿Apatía?

El patrón del conflicto apenas varía en función del lugar. El caso de Bunyola así lo reafirma. Escasez de plantilla, diáspora de policías en busca de mejor sueldo y situación laboral, desentendimiento o excesiva intromisión política en el trabajo de los agentes. A todo ello se puede añadir todavía los personalismo, algunas ambiciones desatadas y una permanente falta de relevo para cubrir las bajas en las plantillas.

El resultado final de este panorama nada alentador es la poca eficacia del servicio policial y un desconocimiento, por falta de arraigo, de los agentes con respecto a la geografía local y las características de cada municipio. No se vislumbra una solución o cuando menos normalización próxima. Entre otras cosas porque la Escuela Balear de Administración Pública apenas dispone de plantel para responder a la demanda constante y los ayuntamientos, en consecuencia, se quedan con escaso margen de maniobra.

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