Lletra menuda

Futuros camareros molestos

Migrantes con menores llegados a El Hierro.

Migrantes con menores llegados a El Hierro. / EFE

Llorenç Riera

Llorenç Riera

El alcalde se alegra de que el antiguo convento de Calvià no vaya a ser centro de acogida de menores no acompañados. Es una satisfacción que le permite huir de la realidad, apuntalar la coalición de gobierno PP-Vox y quedarse en la fachada postiza de una reconversión política y, en el aspecto turístico, limitada a lo económico y material. Para mejorar la imagen de Calvià no basta con vestir paseos marítimos y hoteles de modernidad. Sin calidad humana se queda en falacia.

Los menores no acompañados y ya integrados en la isla con vínculos a entidades deportivas no pueden molestar en las calles de Calvià vila pero, sin embargo, apenas alcancen la mayoría de edad, serán reclamados de inmediato como camareros, operarios de mantenimiento y camareras de pisos en los establecimientos turísticos del Calvià turístico. El municipio tiene distintas caras y no todas resultan agradables. Algunas de ellas incluso pueden llegar a ruborizar a propios y extraños. Dar con la puerta en las narices a los menores en busca de un futuro mejor era, según Juan Antonio Amengual, una «reclamación de muchos vecinos». Obvia, en beneficio de Vox y perjuicio propio, que otro sector de residentes ha estampado su firma para que el desplante consumado no se produjera. La imagen institucional y colectiva de Calvià suma un nuevo arañazo. Quedará una desagradable cicatriz en ella.

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