Agricultura

La recolecta de cacahuetes a mano en sa Pobla, un cultivo en extinción

La falta de mano de obra y lo laborioso de su puesta a punto para el consumo son algunos de los motivos por los que están desapareciendo. Juan Socias es uno de los pocos agricultores que aún los cultiva

Juan Socias es uno de los pocos agricultores que aún los cultiva

Juan Socias es uno de los pocos agricultores que aún los cultiva / Tonina Crespí

El cultivo del cacahuete está prácticamente desapareciendo en sa Pobla. Se siembran en mayo y se recogen en octubre. Así que esta leguminosa, conocida popularmente como fruto seco, está prácticamente entre cuatro meses y medio o cinco bajo tierra. Por cada pieza de tierra conocida como cuartón se suelen recoger entre 400 o 700 kilos, aunque depende de distintas variables, entre las que destacan los factores meteorológicos y la tierra. Las lluvias de estos días han perjudicado la recogida de la familia de Juan Socias ‘Cosis’ (sa Pobla, 1958).

Su hijo es uno de los pocos agricultores que aún los cultiva en sa Pobla y hace todo el proceso a mano; de hecho es el más joven de la zona que los siembra. Antiguamente sí que se podían ver los campos de la localidad, marjals, sembrados de cacahuetes, pero actualmente se pueden contar con los dedos de una mano los payeses dedicados a este cultivo. La falta de mano de obra y lo laborioso de su puesta a punto para el consumo, son algunos de los motivos por los que este cultivo se encuentra prácticamente en extinción. A eso hay que añadirle que los payeses no encuentren los cacahuetes podridos dentro de la tierra.

Juan Socias es uno de los pocos agricultores que aún los cultiva

Juan Socias es uno de los pocos agricultores que aún los cultiva / Tonina Crespí

Después de la recolección de estos días vendrá la fase de secado, que antiguamente se hacía en las plantas superiores de las casas de sa Pobla, conocidas como ‘salas’. Posteriormente el triaje. La fase de tostarlos es otro hándicap o desventaja, porque, según explica Cosis, no todos los hornos están dispuestos para realizar este trabajo. Aún así tienen la colaboración del horno de Can Simó, en sa Pobla. En definitiva, cada cacahuete que los payeses extraen de la tierra poblera es una pequeña victoria contra el olvido de la historia de la localidad, de sus tradiciones agrícolas y de su identidad.

El hijo de Cosis, que también lleva su nombre, Juan Socias (Muro, 1992), a raíz de la época de la covid, se decantó por hacer algo que llevaba tiempo queriendo hacer, dedicarse más al campo y seguir la tradición de sembrar cacahuetes. Este año es el quinto año que siembra estas leguminosas. Lleva entre 70 o 80 cuartones de diferentes cultivos. Algunas tierras descansan mientras otras las cultiva. Su aniversario es en octubre y coincide con el tiempo de cosecha del cacahuete, al que dedica unos cinco cuartones. Entre risas confirma que los cacahuetes son su regalo.

Cacahuetes en los campos de sa Pobla, Juan Socias es uno de los pocos agricultores que aún los cultiva

Cacahuetes en los campos de sa Pobla, Juan Socias es uno de los pocos agricultores que aún los cultiva / Tonina Crespí

Estos frutos secos siempre han estado presentes como alimento social por esta zona de sa Pobla y Muro. No faltaban en las bodas y comuniones. Se servía la tarta, el café y los cacahuetes, que invitaban a hacer la sobremesa y la tertulia. El joven Socias recuerda de su infancia que en las matanzas también siempre había cacahuetes.

Comer cacahuetes

Con el paso del tiempo, el comer cacahuetes en la sobremesa se ha ido perdiendo, y a veces también en las matanzas, y ese fue uno de los motivos que lo impulsó a sembrarlos, recuperando la semilla para que no se pierda. Socias tiene unas palabras para los jóvenes que quieran iniciarse. Recalca que quien quiera empezar se centre en no buscar una recompensa monetaria inmediata, más bien en que las producciones vayan lo mejor posible y el dinero ya vendrá. A eso añade la queja de que los costos de producción suben mucho: gasoil, abonos, fertilizantes, fitosanitarios...

Así las cosas, el joven payés subraya que seguirá sembrando y cosechando cacahuetes hasta el día que nadie se los compre, porque para él cultivar las tierras es gratificante. Consciente de que es el más joven de la zona que sigue este legado, con su entusiasmo y compromiso nos invita a reflexionar sobre el valor de nuestros alimentos locales y una forma de vivir más ligada al campo. Si se pierde este cultivo, se pierde una tradición y un trozo de nuestra historia. ¿Estamos dispuestos como sociedad a dejar que se pierda?

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