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Festejos

La noche de la Beata y de Monjo

Santa Margalida vivió ayer su día grande del verano: la procesión de la Beata. La escenografía habitual, con la ‘trencadissa de gerres’ como clímax, vino acompañada en esta ocasión de controversia política. El PSOE renunció a estar en el palco por la polémica del alcalde Joan Monjo con el agroturismo al que está vinculado.

Iñaki Moure

Iñaki Moure

Comarcas

Santa Margalida vivió anoche su velada más importante del año: la conocida como processó més típica de Mallorca, en honor a la Beata. Numerosos vecinos y visitantes asistieron a una tradición que forma parte de la historia de Santa Margalida.

Una edición especial por dos motivos. Por un lado, porque se conmemoraba el 450 aniversario de la muerte de Santa Catalina Tomàs. Pero también por la polémica política que persigue al alcalde Joan Monjo desde hace unos días: la situación irregular de un agroturismo al que está vinculado.

Esta controversia hizo que los representantes socialistas rechazasen seguir el acto desde el palco de autoridades, en señal de protesta por lo que consideran que es una «situación insostenible» en el Ayuntamiento.

En su primer gran acto público desde que estalló el caso, Monjo, que en los días previos aseguró a IB3 que se iba a tomar unas jornadas de reflexión ante el «acoso» sufrido, se acomodó en el palco con gesto serio. Junto a él se sentaron la presidenta Marga Prohens y el presidente del Consell, Llorenç Galmés. Vestidos todos ellos con la indumentaria típica payesa, se les vio intercambiar algún que otro comentario.

A Monjo se le vio también interactuar con algunos de los participantes en el animado desfile, que arrancó pasadas las nueve de la noche. La puesta en escena respetó la tradición, de igual forma que el Ayuntamiento veló para que los asistentes siguiesen los elementos básicos de la indumentaria payesa tradicional.

Las diferentes carrozas, como la de la Seu, que representaban escenas de la vida de Santa Catalina Tomàs mostraron un año más un muy cuidado nivel de elaboración.

En el clímax de la celebración, se rompieron en la plaza de la iglesia las gerres que, como es tradicional, los dimonis quitaron de las manos de los payeses y payesas que las sostenían como si fuese un tesoro.

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