Cae el primer alcalde de Prohens: el hombre que recuperó Bunyola para el PP
Juan Antonio Riera dimite esgrimiendo "motivos personales" solo un año y dos meses después de su llegada al poder gracias al pacto con SOMAvi-El Pi, con quien el PP ha consensuado el nombre de su sustituta, Marian Serralta
Los rumores que circulaban por el pueblo desde hace semanas se hicieron realidad este martes: Juan Antonio Riera dimitió como alcalde de Bunyola por “motivos personales”, según el comunicado emitido por el PP tras una junta local dominada por una aparente cordialidad. Tras ella, foto de rigor y Marian Serralta, nueva alcaldesa.
Un año y dos meses es lo que ha durado en el cargo el hombre que recuperó el municipio para el PP tras ocho años de gobierno progresista. Y no un simple gobierno progresista: Bunyola tuvo durante dos legislaturas un alcalde de Esquerra Republicana, el único municipio de Balears que ha tenido un primer edil de ese partido desde la transición.
Esquerra Oberta (EOB) y PSIB-PSOE confiaban en poder seguir tras las elecciones de mayo de 2023, pero el cambio de candidato de los soberanistas motivado por la retirada de Andreu Bujosa, junto con la renovación de la lista del PP –que llegó a tener solo dos concejales en la legislatura 2019-2023– hizo que la balanza de la Ley d'Hondt se decantase a favor de los populares (4 concejales por 3 de EOB), lo que les dejaba a las puertas del poder.
Pero para volver a controlar el Ayuntamiento de Bunyola, el PP necesitaba el apoyo de los independientes de SOMAvi, que se habían presentado a las elecciones en coalición con El Pi, y lo consiguió, aunque pagó un precio que ahora también ha influido en la caída del alcalde. SOMAvi-El Pi pactó, se reservó una amplia cuota de poder –la que más le interesaba– e hizo a Juan Antonio Riera alcalde.
La aprobación de los presupuestos de 2024 fue el primer encontronazo entre los socios y la primera crisis de gobierno, que se ha cerrado con el adiós de Riera. SOMAvi-El Pi acusó al primer edil de no cumplir el pacto y amenazó con romperlo: “O se cumplen los acuerdos firmados o habrá consecuencias”, advirtió la coalición apuntando a Riera, a quién acusó de convertir los plenos “en un auténtico despropósito” en los que “el alcalde toma decisiones unilateralmente y pisotea continuamente nuestras áreas”. Entre sus reivindicaciones estaba un aumento de la asignación económica a la Entidad Local Menor de Palmanyola, que consiguió en los presupuestos tras las tensiones que amenazaron al pacto durante semanas. La herida no llegó a cicatrizar y el pacto quedó tocado. El líder de SOMAvi-El Pi, Miquel Ballester, llegó a calificar a Riera de “impresentable”, aunque ayer se apresuró en agradecer su trabajo en las redes sociales cuando se hizo pública su dimisión: “Gracias Juan Antonio por tu entrega y esfuerzo hacia todos los vecinos de Bunyola, suerte y aciertos. Enhorabuena Marian, vamos juntos a por el trabajo”, escribió. El PP señaló que el nombramiento de la nueva alcaldesa había sido consensuado con sus socios.
La designación de Juan Antonio Riera como candidato popular a las elecciones ya había sorprendido por inusual y más viniendo de un PP cuyos rostros visibles la última vez que gobernó (2007-2015) habían sido el alcalde, Jaume Isern (también presente en la fotografía de la renuncia de Riera), y su lugarteniente Guillem Estarellas, ambos altos cargos de la conselleria de Educación en los años de José Ramón Bauzá. De hecho, Riera había entrado en el consistorio en los últimos meses de la legislatura pasada cuando, tras otra crisis interna que pasó prácticamente desapercibida y nunca del todo explicada, dimitieron las dos concejales del partido para que pudieran entrar el ahora dimitido alcalde y su número 2, Joan Baos, en una operación para situarlos de cara a las inminentes elecciones municipales.
Vecino del pueblo, conocido de todo el mundo él y su familia, Juan Antonio Riera no destacaba especialmente por su carisma ni por participar en la vida social o cultural del municipio. “No l’havien vist mai per enmig”, es el comentario que resume la sorpresa del nombramiento de este trabajador del sector hotelero, al que en muchas ocasiones se le veía “nervioso” y “desubicado”, pero que siempre fue amable con todos y se esforzó por “caer bien” a todo el mundo, aunque no fueran “de los suyos”, lo que seguro que tampoco gustó a algunos “de los suyos”. Como no debió gustar a algunos que fuese uno de los pocos alcaldes del PP que participó activamente en el recibimiento del Correllengua en el pueblo.
El alcalde más breve de la historia democrática de Bunyola será el que pasará a los anales como el que inauguró hace pocos días la megaobra de Can Gual tras casi veinte años de idas y venidas, suspensiones de pagos y problemas burocráticos para construir el nuevo edificio multiusos de aparcamientos, plaza pública y otras infraestructuras. Aunque lo cierto es que se ha limitado a finalizar el proyecto encaminado en la pasada legislatura y que deja pendiente la más que probable y ya insinuada obligación de pagar para estacionar en el nuevo aparcamiento a partir de 2025.
En el marco de las obras públicas, no le han ayudado las interminables obras de dotación de servicios en pleno centro del pueblo, planificadas también en la pasada legislatura y finalizadas hace pocas semanas, que dejaron calles alzadas varios meses con restricciones de tráfico y polvo por doquier en pleno verano y temporada turística. Y que terminaron también con polémica en el pueblo y en los grupos de WhatsApp locales debido a la ampliación de una acera frente a un bar.
El suministro de agua ha sido otro de las grandes preocupaciones del alcalde saliente, con cortes constantes y el anuncio de restricciones especialmente en foravila, desde el inicio del verano. “Tenemos muchas roturas en las tuberías de la red principal, están obsoletas”, justificó Riera a Diario de Mallorca, excusándose también en las obras en el centro del pueblo que suministra agua a Palma desde s’Estremera pero la restringe a sus vecinos.
Como colofón al malestar interno y externo y epílogo a su mandato, a Riera tampoco le ha ayudado la falta de tacto con el patrimonio histórico de Bunyola. Hace pocos días el alcalde provocó la indignación de muchos vecinos que de un día para otro y sin previo aviso vieron como se iniciaba el derribo de la barandilla modernista del Ayuntamiento, procedente de la antigua casa de Ca la Senyora Penassa y que fue regalada por la familia propietaria al consistorio con la condición de que se instalara en la entrada de la Casa de la Vila. El derribo, luego rectificado por el mismo alcalde, provocó la ira de los descendientes de la familia que donó la joya artística y de muchos bunyolins.
Una renuncia que ha sido “una decisión personal” pero con trasfondo nada personal. Un outsider en la política local que ha caído o al que han ayudado a caer.
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