La desmesurada proliferación de vehículos, sobre todo particulares, conlleva unos lastres que llegan a producir el efecto inverso al perseguido: dificultan la movilidad. Es el bloqueo ocasionado por los excesos plasmados en territorio limitado. Cualquier residente en Mallorca lo comprueba a diario. Ante ello, cada uno se las ingenia como puede y los ayuntamientos, por lo general amigos de la equidistancia, buscan una complacencia extensiva que incluso intenta esquivar la negativa o el límite que implica toda acción de gobierno responsable. Es por ahí donde hay que encaminar el ingenio municipal de convertir los vados permanentes en potenciales estacionamientos de vehículos particulares o el nuevo modelo diferenciado de reserva de aparcamiento que viene a ser lo mismo. Mejor si hubieran descubierto que la movilidad fluida en los pueblos se fomenta enlazando transportes públicos y asegurando trayectos peatonales compatibles con la bicicleta. El secretario municipal de Inca lo ha dejado claro. Es ilegal aparcar en el espacio de un vado propio, por dos razones muy sencillas, porque un ayuntamiento no es quién para contradecir una norma de rango superior que lo impide y porque va en contra del mismo concepto de vado permanente. Es una autorización exclusiva de entrada y salida de vehículos y no un trozo de calle de uso particular. Pese a que algunos Ayuntamientos las han aplicado por las bravas, con Santa Margalida al frente llevando la bandera, los nuevos modelos de reservas de aparcamiento no dejan de ser una invitación municipal a la infracción. Se saltan el claro stop que las limita a vehículos de interés público o social. La solución va por el camino de evitar los coches, no el de incrustarlos en cualquier lugar.
