Una segunda vida para los árboles arrasados por los temporales: «La economía circular no sólo debe implicar materiales, también a las personas»

El ingeniero industrial y el carpintero, Alexandre Martínez y Toni Galmés, detallan cómo es el proceso de convertir los pinos caídos por los temporales en muebles que visten los espacios de Esment en Inca y Son Ferriol

Redacción

En la Fusteria Galmés han llegado los primeros pinos caídos procedentes de la borrasca Juliette. Cayeron en Vilafranca y esos residuos forestales esperan a ser tratados en la carpintería para convertirse en muebles. Es la esencia del proyecto Amarar que nació en agosto de 2020 con el cap de fibló de Banyalbufar. «Había una cantidad de madera bestial y troncos de mucha calidad como para hacer pellet o quemar», asegura el ingeniero industrial Alexandre Martínez, que junto al carpintero Toni Galmés y los arquitectos Francisco Cifuentes, Sebastià Martorell y Jaume Crespí conforman el proyecto Amarar, que nace de la creciente necesidad de autosuficiencia en la isla y la existencia de una materia local mal aprovechada como el pino.

Ante la crisis climática, la escasez de recursos y energía, el futuro pasa por la autosuficiencia. «Es la salida por la que queremos apostar. Es la más adecuada para la isla. El mueble que se consume ahora tiene una vida muy corta», sentencia Martínez, que recuerda que en los inicios del proyecto se logró parte de la madera que el cap de fibló derribó. «De una desgracia como fue el cap de fibló, vimos una oportunidad», revela el carpintero Toni Galmés. Pero el proyecto va mucho más allá de dar una nueva vida a los árboles caídos. «Surgió la colaboración con Esment, que adquiere los muebles hechos con residuos de madera. Para nosotros no son residuos, forman parte de la circularidad», detalla Martínez que tiene claro que «la economía circular no solo debe implicar el material, también a las personas». Así, el proyecto de Esment, que ya luce en su centro de Inca y de Son Ferriol mesas construidas a partir de árboles caídos, surgió también para poder implicar a los usuarios. «Para poder montar las mesas solo es necesario un martillo. Es muy satisfactorio para los usuarios implicarse en el proceso de montaje y de acabados», remarca Martínez. Es integrador. Las mesas están pensadas para que las personas con movilidad reducida no tengan que cambiar de silla. «Son pequeños detalles que van ligando todo el proyecto».

Proceso

Los expertos explican el proceso que vive el pino cuando llega a la carpintería. «Se marca con un código de colores para tener la procedencia y la fecha de la tala. Luego se pasa por el sinfín que lo convierten en tablón que se deja sacar un año . Después se van cortando en función del diseño que se crea», resume Martínez. «Se aprovecha todo porque lo que sobra del pino se destina a Esment para jardinería y otra parte se destina a pellet». De momento, los troncos convertidos en muebles se destinan a Esment pero Amarar tiene la mirada puesta al futuro. «Montamos un show room, tendremos los modelos de mesa y los prototipos de sillas en la Fusteria Galmés», adelanta. «Debemos volver a tejer el tejido industrial que había en la isla», lanza como reto.

Satisfactorio

«Estamos encantados de dar otro uso a la madera y evitar que acaba en combustión», confiesa Galmés. «Nos entra un tronco y nos sale un mueble. Para nosotros es muy satisfactorio», añade Galmés que asegura que el pino es una «madera muy resistente y compacta». «Desconocíamos el pino como material para trabajar y es un aprendizaje constante. Se trata de aprovechar material local porque el pino estaba en desuso y no estaba considerado como madera para utilizar en la carpintería pero a finales de los 80 sí se utilizaba. Las partes no vistas de los muebles se hacían con madera de pino. Entonces, vimos que era una oportunidad para recuperar lo que dejamos», relata el carpintero Toni Galmés.

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