Lletra menuda

Falta la reválida del consumidor

Llorenç Riera

Llorenç Riera

En los actuales tiempos de globalización, con las plataformas digitales ejerciendo de escaparate permanente y con las calles comerciales vencidas por la uniformidad de las grandes franquicias, resulta muy complicado hacer valer el producto autóctono y la calidad profesional propias de cada lugar. Arrinconados como están por los gigantes de las marcas en boga, no resulta extraño que los artesanos y demás oficios singulares busquen el amparo de las administraciones públicas y que éstas, dentro de sus competencias, se esfuercen en otorgárselo. Bien está, pero no basta. Faltan mayores pasos ajenos para alcanzar la verdadera estabilidad. Govern y Consell se han ido a una microfábrica de cervezas de Manacor para presentar en sociedad el Repertorio de Oficios Artesanos que actualiza y clarifica el anterior de 1985. Buen sitio, porque la ciudad ha padecido un doloroso agrietamiento de su prestigioso tejido artesanal, sobre todo en madera y perlas. También es uno de los lugares en los que hoy se aprecia mejor el rejuvenecimiento de la creatividad y adaptación artesana en su concepto más amplio. El ejemplo de Manacor sirve también para dejar patente que, pese a la validez y el reconocimiento del impulso que supone el otorgamiento de cartas artesanas y títulos de maestro en cualquiera de sus artes singulares, todo se quedará a mitad de camino si no se pasa la reválida del consumidor y de un mercado ajustado entre calidad y precio. No es fácil. La competencia de la producción en serie es feroz y se puede caer en la tentación de usar el reconocimiento oficial para incrementar tarifas. El consumidor dirá. Tiene la última palabra porque no se puede vivir solo bajo el paraguas de la Administración.

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