Lletra menuda: El giro permanente de la ruleta

Llorenç Riera

Llorenç Riera

El logro del efecto preventivo de una norma reguladora suele situarse a nivel del mismo rango de posibilidades que la obtención de un premio de azar. Los gobernantes acostumbran a reaccionar cuando el problema es notorio y la necesidad impera. De este modo, las disposiciones legales topan con mayores dificultades para obtener los objetivos perseguidos.

El juego es una de las actividades más resbaladizas porque existen demasiados atajos entre el ensayo de fortuna aleatoria poco probable y la ludopatía que anula personas y resquebraja familias y relaciones sociales.

La apertura legal del juego requiere buen tino, control de los instrumentos, formación responsable y tutela de menores ante la apuesta. La primera ley autonómica olvidó algunos aspectos, con lo cual ahora debe someterse a una necesaria revisión.

Hoy es posible abrir un local de apuestas en cada esquina lo cual significa poner la tentación y la probable ruina a cada paso. Pocos ayuntamientos tienen norma reguladora en este sentido.

Aprovechando la revisión actual, el Govern busca la complicidad municipal para unificar horarios y asegurarse de que las casas de apuestas tendrán la barrera bajada en horario de apertura escolar y en horas punta del inicio de la jornada laboral. También persigue trabar los desplazamientos de jugadores entre poblaciones.

Los ayuntamientos dirán. O callarán, porque es tiempo electoral, época de contentar a todos y con escaso margen para establecer nuevas ordenanzas. Sobre el papel hay afinidad de actuaciones. El esfuerzo, en todo caso, solo obtendrá buenos resultados parciales porque, sin ir más lejos, la ruleta de la tentación está siempre abierta en el móvil.

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