Salas icónicas

Las ruinas de las discotecas míticas de Mallorca

Los aviones de Magaluf y Porto Cristo, Es Fogueró o ICS fueron salas emblemáticas del ocio nocturno en los años 80 y 90

La reactivación del proyecto empresarial de reabrir la mítica Dhraa como sala de fiestas evoca los casos de otras discotecas icónicas de Mallorca que vivieron un apogeo y caída con la llegada de los nuevos tiempos. La silueta de Dhraa languidecía desde hace años en medio de la carretera que va de Porto Cristo a Cala Millor y puede que en breve recupere su esplendor si se cumplen los deseos de su nuevo propietario alemán. Otros locales de ocio seguirán en el olvido, como recuerda de una Mallorca de ocio nocturno que ya no existe.

Los calvianers que superen los 40 años recordarán el impacto de circular por Sa Porrassa (Magaluf), poco antes de coger la curva a la derecha para dirigirse a Son Ferrer, y encontrarse con la imagen de un avión varado en un antiguo humedal, que no volaba sino que era un lugar donde se servían copas. El aeroplano, un Douglas DC-6B (EC-AVA) de la compañía de Transportes Aéreos del Sáhara (TASSA), funcionó durante unos años como una discoteca que estaba al lado de un restaurante. De su interior, en vez de pitidos, señales luminosas de ‘Abróchense el cinturón’ y vídeos con consejos de seguridad aeronáutica, salían notas musicales de un grupo que tocaba en directo, entre cubatas y gin-tonics.

La idea de comprar este avión en desuso y a punto de ser desguazado fue de un emprendedor llamado Gabriel Pascual. En su momento se habló de que le costó unas «100.000 pesetas» (unos 600 euros). El aparato pertenecía a Tassa, que era una compañía que operó entre 1961 y 1965.

Cumplida su vida útil surcando los cielos, el aparato tuvo una segunda vida en tierra como local de ocio. Llegó hasta Sa Porrassa por la antigua carretera que unía Palma con Calvià, y el dispositivo llamó la atención de muchos curiosos. Pocas veces se encuentra un conductor con un avión circulando a su lado. De ese momento, data una fotografía icónica captada por el fotógrafo de Diario de Mallorca Joan Llompart ‘Torrelló’, que ahora está jubilado. Él recuerda que se hizo una «cola monumental», porque «todo el mundo se paraba para ver cómo lo transportaban».

El avión funcionó como local de ocio durante algunos años, pero, con el tiempo y el auge paralelo de macrodiscotecas y zonas de ocio como Punta Ballena, el negocio languideció. El deterioro del aparato hizo el resto (cuentan que el suelo se hundió) y acabó convertido en chatarra en la década de los noventa.

Un caso similar es el del avión-discoteca de Porto-Cristo. A principios de los años ochenta, una estructura llamaba la atención a todos los niños del puerto. Los restos de un avión comercial en medio del Riuet eran casi comparables con un ovni en mitad de la nada. Hierros que encerraban muchos mitos (unos falsos y otros no) y una historia. Aquel avión no siempre había estado abandonado. Empezado a construir por la multinacional McDonnell Douglas en 1944, estuvo activo hasta 1973, cubriendo rutas diurnas entre Baleares y Barcelona y nocturnas desde Palma a Madrid para transportar correo. Un año después, en 1974, a un grupo de amigos que estaban charlando en el bar Cas Rectoret de Porto Cristo, se les ocurrió la brillante idea: «¿Por qué no reconvertimos un avión de desgüace en una discoteca como han hecho en Magaluf?». Lo que sonó marciano al principio, pronto cobró una fuerza supersónica. Buscarían uno, le quitarían los asientos de fábrica y tratarían de poner mesas… si cabían. Tres de ellos decidieron asociarse y emprender el vuelo. Sorprendentemente no les costó demasiado convencer a los responsables de Son Sant Joan para dar con el objetivo. Un par de semanas y trámites después, ya a finales de 1974, eligieron el TransEuropa Douglas DC-4, y se lo llevaron, a duras penas y por partes hasta el puerto romano de Porto Cristo. 

En la primavera de 1975 todo estaba listo. Habían alquilado unos terrenos en la primera curva del Riuet, una zona húmeda y pintoresca, bien situada para que el ruido no molestara. Repintaron un poco la estructura y le pusieron nombre: Discopub D3. Pero el éxito jugó en su contra. Al haberlo disfrutado una vez, poca gente repetía de forma regular y, terminada la novedad al tercer año, las cajas empezaron a bajar al mismo ritmo que subían las facturas por el mantenimiento del local. Hasta que la madrugada del 8 de agosto de 1983, de repente, el avión empezó a arder. Uno de los dos indigentes que malvivían dentro, Eugenio López Curtó, no pudo abandonar la cabina a tiempo y murió carbonizado. 

Un caso más ‘terrestre’ es el de la discoteca Es Fogueró de Alcúdia, inaugurada como gran sala de fiestas en 1989 con la presencia de unas 2.000 personas y clausurada en 1992 tras vivir días gloriosos como el concierto de Julio Iglesias ese mismo año. El local contaba con un escenario giratorio revolucionario en aquella época, pero la aventura duró poco y hoy el edificio presenta un aspecto totalmente degradado, símbolo de un pasado de esplendor de corta duración pero muy intenso.

Al igual que la antigua discoteca ICS de Montuïri, que apenas duró más de un año como una referencia del ocio nocturno del Pla de Mallorca. Abrió en 1992 y cerró en 1993. Las ruinas siguen allí.

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