Adiós a Can Ribot, el templo manacorí de las ‘sopes’ i los ‘senyorets’

La familia Riera jubila uno de los hornos más representativos de la ciudad, entre lágrimas y la falta de un relevo generacional

El ruido de la máquina de cortar ‘sopes’ del año 1926 indica el camino hacia el interior de Can Ribot, el último de los hornos que engorda la lista de cierres ilustres durante los últimos años en Manacor. Este 31 de diciembre a las 14 horas y después de décadas de tradición y servicio de barrio, los Riera, se despiden de la calle de la Verònica, lindando ya con el barrio de Barracar.

“Estas últimas semanas nos preguntan si lo hemos meditado, si estamos seguros de cerrar y no seguir más. ¡Claro que lo hemos pensado bien!, de hecho nos entran ganas de llorar cada vez que pensamos que no volveremos a abrir; pero estamos cansados y los hijos ya tienen otros trabajos, así es que ha llegado el momento”, explica con emoción Margalida Ferrer, mujer de Jaume Riera, uno de los dos hermanos que en 1980 (el otro es Toni) cambiaron ‘foravila’ por el obrador, la tierra por la harina y el huerto por panes, ensaimadas, panecillos o ‘senyorets’, como herencia temprana de sus padres Francisca Cabrer y Jaume Riera, que fueron quienes lo compraron.

Aunque si nos remomntamos a sus inicios, sabemos que el Forn de Can Ribot abrió sus puertas en 1940 de la mano de Margalida Garau y Tomeu Quetglas, como decíamos en la calle Verónica, la misma en donde está hoy. Para ponerle nombre eligieron el ‘malnom’ de la familia, y así se quedó. Desde entonces su logotipo con espigas de trigo y las letras color rojo, son indisociables a la ciudad y su alimentación.

Eran ya 42 años de levantarse pronto, a las 3,15h los días laborables y a las 2h los sábados, todo para que los bares, cafeterías, tiendas y clientes en general de la barriada, pudieran merendar de buena mañana saboreando las especialidades que han hecho de Can Ribot un horno especial, de estampa y trato, de aquellos que cuando entras ya sabes que has ido a hacer allí.

Entramos en octubre o noviembre de 1980 sin saber nada del oficio, pero Colau y Margalida (los panaderos anteriores a los Riera, durante más de 20 años) se quedaron con nosotros hasta que hubimos aprendido… e incluso todavía venían después a ayudar en fechas puntuales como Navidad o Pascua, cuando aumentaba el trabajo”. Hasta este sábado 31 de diciembre a las 14h (cuando está programado el despedida con los clientes de toda la vida) Can Ribot hacía 300 panes diarios y tres veces por semana hornaba sus archiconocidos ‘senyorets’, cuya receta guardan celosamente “por si al final llega alguien que quiera hacerse cargo del negocio a última hora”.

Más de 80 años

Un horno que primero fue administrado por Tomeu Quetglas durante 22 años. Algo que si sumamos hacia atrás determina la edad de Can Ribot, cuando abrió sus puertas justo después de la guerra civil. Una historia de casi 90 años que de momento termina con los hermanos Riera. “Ha habido gente que ha venido a ver el horno y las máquinas, pero cuando ven las condiciones de vida que comporta hacer de panadero se echan atrás. ¡Ahora tendremos tiempo de hacer otras cosas, de cuidar a los nietos y de poder ir de viaje!”, dice Margalida, mientras recuerda la carta que la presidenta del Govern, Francina Armengol, le ha enviado esta semana y la nota de despedida que la familia ha colgado en el cristal de la puerta de entrada.