Dicho así, por las buenas, parece que la iniciativa pionera de los pisos sociales que afronta Aproscom es el aprovechamiento de una coyuntura de ayudas públicas y actualizaciones legales sin más. Algo de eso hay, pero no basta.
De no disponer de los antecedentes y la experiencia que acumula a sus espaldas, Aproscom no hubiera podido emprender en modo alguno una iniciativa tan seria como ésta. La entidad que dignifica y da sentido a la discapacidad intelectual, primero en Manacor y después en todo su radio de influencia, lleva lustros con una dedicación progresiva que ha ido pasando del altruismo a la entrega profesional y conjugando ambas cosas a la vez. Sin estos procesos, y por mucho dinero oficial que hubiera de por medio, hoy no sería posible la oferta de independencia y privacidad para quienes pueden ejercerla con apoyos puntuales.
La mejor tutela y el mejor estímulo es el de facilitar el desarrollo personal hasta donde sea posible. Quienes conocen Aproscom, aunque sea desde la distancia, saben que la fundación está entregada a esta tarea en un camino que no ha sido fácil ni cómodo, pero que está dando sus resultados. También es un recorrido del que no se conoce la última meta.
Los apartamentos de protección oficial con alquiler social en un edificio que integra servicio ocupacional y centro de día son, a su vez, un reto y un revulsivo para una ciudad de Manacor que no puede mirar a otro lado ni pasar de largo. Le obligan a la integración urbana y social plena porque la discapacidad intelectual es una realidad irreductible, inevitable, que no puede quedar limitada al reducido ámbito del desarrollo doméstico.