El ayuntamiento de Pollença desempeña un triste servilismo en el asunto de la regeneración del Hotel Formentor. Asume, satisfecho, la función de encargado de poner los papeles en regla en base a hechos consumados y demoliciones por justificar, según la propia versión municipal.
Es un proceso de obras y autorizaciones invertidas. Primero se hace y después se buscan los papeles imprescindibles para justificar que todo está bien, callar a la quisquillosa oposición y quedar menos en evidencia ante la opinión pública. El Ayuntamiento no molesta con celadores o inspecciones, pide, por favor, que le presenten proyectos para poder arreglarlo. Tranquilos, no pasará nada. Tomeu Cifre, ahora teniente de alcalde de Urbanismo, adelanta el resultado: “el expediente de demolición –que no ha visto– tendrá todos los vistos buenos”. Tiene que haber mucha complicidad de por medio cuando un edificio singular puede remover sin papeles cimientos y estructuras y el Ayuntamiento le avanza que no pasará nada fiándolo todo a la promesa de mantener fachada y carácter.