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Lletra menuda

Lletra menuda: Los piratas del oro vegetal

Devaluado ya su único uso anterior como alimento animal, la algarroba es hoy un producto apreciado a base de los nuevos recursos y posibilidades que ofrece y, sobre todo, cotizado. Se paga bien en un ámbito agrícola que no está demasiado acostumbrado al reconocimiento profesional y a la productividad.

En estas condiciones, recolectar algarrobas vuelve a ser apetitoso para sus productores y también –siempre aparecen– para aprovechados sin escrúpulos y amigos de lo ajeno. Los robos han aparecido a medida que se llenan sacas o remolques de algarrobas. Tienen distintos métodos y un ingenio capaz de superar siempre las medidas preventivas o correctoras. Demostrado queda.

La decisión de Agricultura de obligar a declarar finca y parcela de origen del fruto, a la hora de la venta, se ha vuelto insuficiente porque han aflorado intermediarios y compradores furtivos que canalizan la recolección de turbia procedencia. Es un negocio de cifras inferiores, pero más rentable, puesto que opera a precio más bajo a partir de la mentira de declarar como propio lo que no lo es.

Incluso la Conselleria se muestra consciente de que algo habrá que hacer ante este incremento del pirateo de la algarroba. Las actuales declaraciones juradas son de fácil manipulación. Se apuesta por potenciar la inspección de almacenes pero las asociaciones de productores, un tanto molestas con el distanciamiento de la Guardia Civil, hablan de calcular el potencial productivo de las fincas para contrastarlo con la venta o de registrarlo todo en tarjetas electrónicas. Lo cierto es que la algarroba debe desprenderse de la plaga del robo y el fraude.

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