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El turismo desestabilizador

Si el turismo bien entendido y estimulante consiste en la alegría que aporta el visitante desde su capacidad de convivir con el lugar y posibilitar un beneficio recíproco, está claro que el fenómeno anda de capa caída en Mallorca. Es así porque no se puede mirar solo el beneficio económico disperso, muchas veces con destino foráneo, y porque las expresiones de agobio o dificultad para el quehacer cotidiano que supone la afluencia insistente de visitantes ganan por goleada a las de aceptación del foráneo ocasional. El calendario veraniego ya deja pocos días libres a las quejas generadas por los excesos turísticos.

Hoy salta a la palestra el caso de Deià. Los vecinos se organizan para hacer ver al Consell y a quien haga falta, el "hartazgo" que supone el salir a la carretera, para ellos la vía Archiduque Luis Salvador, y toparse con un perenne procesión de coches, en su mayoría de alquiler.

La estación de penitencia forzada es para los residentes.

Se piden medidas restrictivas semejantes a las que se aplican en Formentor y se emprenden acciones individuales para medir la calidad de aire. Es una nueva propuesta de solución puntual para un lugar concreto pero también una expresión más de la sobreexplotación turística encadenada que ya afecta a toda Mallorca.

El caso de Deià se convierte en una respaldo a la limitación de coches de alquiler que está barajando el Consell.

De todos modos, nada hace pensar que, salvo graves imprevistos, el turismo de masas vaya a la baja.

Por tanto, a Mallorca en su conjunto le corresponde la ardua tarea de indagar en el equilibrio entre residentes en aumento y visitantes también al alza permanente.

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