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Tradiciones

‘Madones de sa llata’ de Capdepera: Guardianas de una tradición ancestral

Las ‘Madones de sa llata’ de Capdepera mantienen vivo el arte de obrar el palmito

Las Madones de sa llata se reúnen de forma frecuente para practicar su afición. Biel Capó

Para evitar que quedara en desuso el arte de obrar la llata (palmito), el consistorio de Capdepera declaró en 2005 l’any de sa llata, al tiempo que surgía la asociación de las Madones de sa llata. La intención era perseverar esta tradicional arte, que durante tanto tiempo sirvió de sustento a muchas familias del municipio, ya que la venta de los objetos elaborados suponía un ingreso más para una maltrecha economía familiar. 

El relevo generacional, con el paso del tiempo, se ha hecho cada vez más necesario. De aquellas Madones de sa llata de 2005 solo quedan cuatro. Margalida Tous de s’estany es la más veterana y presidenta de la asociación. A sus 94 años, es ahora la encargada de sacar las briznas del palmito y coser los sombreros. Margalida Blanes, Pintora, es la encargada de coser todos los objetos que producen. Margalida Flaquer, Pruna, es como el comodín del grupo, aunque se dedique un poco más a los trenzados de las hebras del palmito. La cuarta ‘madona’ es Maria Terrassa, Xica, una experimentada en la labor de la pauma

Las cuatro siguen con la labor de enseñar a obrar el palmito. El resultado de muchos años de instruir a quienes se han interesado por este arte está dando su fruto y algunos discípulos van saliendo y consolidándose. Es el caso de Sebastián, un palmesano arraigado en Pollença, diseñador de joyas y único hombre actualmente en el grupo que ha seguido durante años las clases de las madones. De él dicen sus instructoras que «tiene las manos de artista y se nota en los trabajos que realiza». 

Lluïsa es la experta del color y dicen las madones que es su alumna más aventajada. Es la que más tiempo lleva con ellas y se nota en sus confecciones. También realiza las labores más administrativas de la asociación. Rosa, una gabellina que vive en Artà, y Francisca, una artanenca, llevan tiempo escuchando y aprendiendo de las expertas instructoras. Ellas son, entre otros, un ejemplo de las personas que se han interesado por aprender el oficio y hacer que perdure en el tiempo.

Diariamente las madones se reúnen en un vivienda de la Plaça Sitjar para seguir trabajando el palmito. Reconocen que poder realizar la labor como hobby, ya que durante algún tiempo la han realizado por necesidad, les entretiene y alegra el día. Lo hacen con los discípulos que desean aprender y pasar una tarde con ellas. 

Meriendas

En estas reuniones, además de aprender, se hace un repaso a los temas de actualidad del pueblo, pero tampoco falta su merienda de todas las tardes que se hace especial si hay algún motivo que celebrar como pueden ser aniversarios u onomásticas que sirven además como excusa para elaborar auténticas delicias gastronómicas. 

Durante todo el año, todas las tardes de lunes a jueves se reúnen. Solo descansan en agosto, coincidiendo con la fiestas patronales de Sant Bartomeu, y reconocen que a veces se les hace largo este parón y que necesitan volver a este trabajo que les recuerda a aquellas vetleries que se realizaban en las calles y casas del municipio cuando eran pequeñas.

Hace unos años, una modista italiana, Daniela Gregis, se enamoró de los trabajos que realizan las madones, hasta el punto que decidió incluirla en su diseños y anualmente les adquiere su producción.

Margalida Tous fue la primera en repartir clases. Decidió volver a obrar la llata para que no se perdiera. Era en 1981, un año que recuerda porque coincidió con el intento de golpe de Estado de Tejero. Fue también cuando un profesor del colegio s’Alzinar, Joan Llull, para preservar la tradición le pidió que acudiera a enseñar el arte a sus alumnos. 

Con el paso del tiempo se fueron añadiendo más madones, reviviendo aquellas vetleries que se realizaban para obrar durante la noche la pauma hasta llegar a nuestros días, cuando siguen trabajando y enseñando para no perder la tradición. El espíritu de las Madones de la llata continuará presente en esta futura generación de personas que se han interesado por este arte, a la espera de que otras puedan tomar el relevo y así, de generación en generación, mantener viva esta tradición.

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