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Transporte público consecuente

Un transporte público digno y consecuente no puede decantar el visor de la realidad inmediata que le afecta, es decir, el espacio por el que transcurre y las inquietudes y necesidades de la sociedad a la que sirve. Si tenemos en cuenta, por tanto, que la geografía de Mallorca, más en ebullición que en evolución, redefine constantemente su perfil, el tren, ahora eléctrico, que la recorre no puede ignorar la conveniencia de decantarse por las energías verdes. Los convoyes ferroviarios pueden percatarse cada día de ello al pasar cerca de la planta de hidrógeno de Lloseta o rozar, solo con una carretera paralela de por medio, el sembrado de placas solares en Son Dalmau de Petra. También puede aprender de los errores ajenos y reflexionar sobre si su impacto era reducible y su destino y ubicación adecuado.

Mientras, el hecho es que ya resulta primordial que el tren de Mallorca expuesto todo el día al sol se beneficie y alimente de la energía fotovoltaica. El Govern da ahora la campanada en esta línea y anuncia la construcción de una planta específica para ello en Santa Maria con la que pretende lograr que un tercio de la energía que consuman los trenes en 2023 sea renovable.

La perspectiva que se apunta indica que vale la pena intentarlo porque con una inversión de 3,96 millones, procedentes en más de su mitad de fondos europeos, se espera estar en condiciones de producir el equivalente al consumo eléctrico de 1.416 hogares y evitar la emisión a la atmósfera de 3.300 toneladas de CO2 al año. El Govern incorpora la iniciativa en el catálogo de cosas «valientes» y bonitas que siempre pregona y tanto abulta su presidenta. Más bien parece realista y necesaria porque subirse a un tren que se mueve con energía limpia es más apetecible y consecuente con los tiempos que corren.

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