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Lletra menuda

Abrir la losa de la pastoral convincente

El que fue obispo auxiliar de Barcelona, Antoni Vadell. | DM rosa ferriol/LL.R. Llucmajor

Antoni Vadell hubiera cumplido 50 años esta semana. Con la sensibilidad del impacto de su prematuro fallecimiento todavía a flor de piel, la efemérides ha servido ya para que la mirada se focalizara todavía más, con imágenes, mensajes cálidos y selección músical sobre la tumba del joven obispo en Gràcia.

Pero el santuario llucmajorer está cerrado desde enero de 2017 por riesgo de desprendimiento. Solo es accesible dos días a la semana en horario restringido y bajo vigilancia. Un enorme precipicio natural da carácter y encanto a la iglesia en la que la piedra que sella su sepultura es el único intermediario material con el buen recuerdo que supo sembrar Antoni Vadell.

Desde Cataluña llegan ecos repetitivos del deseo de poder acceder al lugar sin condiciones y la familia del obispo que tuvo gran gancho comunicativo pide su reapertura. Su hermano desvela que en la elección del lugar del entierro también está la presión del finado para normalizar Gràcia. Es una forma póstuma de sermonear a autoridades y gestores que posponen obras y soluciones. Será, en todo caso, una normalidad diferente en la que la Virgen del lugar deberá competir con el reclamo de su huésped preferente. Pero para ello hay que garantizar la seguridad. Apremiado por la situación, el ayuntamiento de Llucmajor se presta ahora a destinar un remanente a la rehabilitación del Gràcia.

De toda la coyuntura actual se desprende un mensaje. El obispo auxiliar de Barcelona se caracterizó por su dinámica de pastoral fresca y su capacidad de sintonía con los jóvenes. La gente lo percibió como próximo y acogedor. Esta sensación perdura tras su muerte. Por eso molesta la verja de Gràcia. No puede ser un impedimento en la búsqueda de la vigencia de una pastoral convincente.

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