Una de las escasas repercusiones positivas que han tenido los meses más duros de pandemia ha sido la de ver a gentes desocupadas entregadas a la limpieza de fincas privadas de cultivo y zonas boscosas de la que ya no se aprovecha la leña.
En la solución temporal también está el problema mayúsculo: el mantenimiento de espacios agrícolas y forestales no puede quedar a merced de actuaciones puntuales o motosierras de urgencia. Y en Mallorca ocurre así porque los productos ‘kilómetro cero’ aún tienen más de marketing que de consumo significativo. Fora Vila es ocio o abandono y el fuego y las plagas tienen campo libre y abonado.
Esto se ve ahora de manera particularmente grave en los pinares de Banyalbufar, Esporles y Valldemossa saqueados por el cap de fibló de hace dos años. Particulares y Administración necesitan aliarse para evitar males mayores.