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Ni un solo kilómetro gratuito

Era de esperar. El coste más barato de la movilidad en Mallorca es el del desgaste de las zapatillas, en el supuesto de que uno opte por traslados a pie, estos días ya entre turistas de escasos coches de alquiler y ciclistas ávidos de broceado prematuro. De lo contrario, los desplazamientos se pagan a exigencia de inflación incontrolable y combustible prohibitivo. Por eso mismo, la subida de las tarifas del taxi en los municipios turísticos estaba cantada. Aún deberemos agradecer que la pandemia evitara que el incremento se produjera inmediatamente después del de Palma, en 2019.

A la vista de cómo lo explica la presidenta de la Federación de Taxi, el aumento de tarifa está justificado de sobras. A los profesionales del volante les han subido los costes al tiempo que se ha incrementado la competencia y la diversificación de servicios. No queda margen para un solo kilómetro de recorrido gratuito para ello, una situación que desemboca invariablemente en la nulidad de beneficio económico para el pasajero. Buen servicio pero caro, es a lo máximo que puede aspirar el usuario del transporte público individual. Esta es una realidad que se explica menos y se padece más.

Todo apunta a que este verano, incluso ya en este preámbulo de Semana Santa de buena ocupación turística, los taxistas tendrán oportunidad de resarcirse de las escaseces y privaciones de los dos últimos años. Sin embargo, aún con más frecuencias de tren y nuevas líneas de buses disponibles, quien esté necesitado de transporte colectivo deberá seguir comparando precios y hacer cálculo de tiempo y dinero. Entre la presión de visitantes y residentes, la movilidad no está saliendo muy cara a todos. No logra dar con la fluidez de unos costes aceptables, no solo en lo económico, sino también en lo ecológico.

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