Historia
El antiguo jardín botánico de Manacor
La finca de s’Hort des Correu, a la venta por más de un millón de euros, fue entre finales del siglo XIX y principios del XX un lugar de experimentación agrícola para estudiar maneras de curar males cotidianos.
Manacor. La finca de s’Hort des Correu, ahora a la venta por más de un millón de euros, fue entre finales del siglo XIX y principios del XX un lugar de experimentación agrícola para estudiar maneras de curar males cotidianos. El lugar reunía una gran cantidad de árboles, plantas curativas y algunos arbustos peculiares.
Ahora que la emblemática finca de s’Hort des Correu ha salido a la venta por casi 1,2 millones de euros y con ella el ‘vimer’ mágico que el día de Sant Joan sanaba a los niños aquejados de hernias con el poder de su savia, es preciso conocer cómo era hace más de cien años este enclave ahora ya prácticamente situado dentro del núcleo de Manacor.
Y es que la ciudad tuvo antaño un gran jardín botánico, un espacio de experimentación agrícola cerca del pueblo desde el que estudiar maneras de curar o guarecer males cotidianos. De estilo modernista y elementos cerámicos propios de finales del siglo XIX y principios del XX, este lugar de tipología inglesa y un tanto desordenada, cercano a las casas de s’Hort des Correu, reunía una gran cantidad y variedad de árboles, plantas curativas y algunos arbustos peculiares.
Situado en la salida de Manacor hacia Porto Cristo, fue en los últimos años del siglo XIX cuando los hermanos Joan y Miquel Amer Servera ‘Correu’ diseñaron un jardín con el que complementar y dar prestigio a la explotación agrícola de regadío. De fines científicos y lúdicos, el lugar (ahora abandonado) cuenta todavía con el ‘vimer’ mágico, donde hasta hace tres años decenas de niños afectados por hernias pasaban por entremedio de sus ramas con los primeros rayos de la mañana de Sant Joan.
Del botánico destacaban las hidrias gallonadas y las trabajadas a modo de recipiente a partir de una sección oval, así como pilastras destinadas a soportar las macetas y la barandilla del lavadero con balaustradas rectangulares formadas por la superposición de semicírculos con ornamentación vegetal. El jardín botánico fue, a su vez, un acogedor espacio de recreo y relajación familiar.
Perteneciente antaño a la finca de Sa Font Nova, ocupó (y todavía ocupa) una extensión de cuatro cuarteradas de hortaliza y cereal. Ante la entrada de la casa se levanta una explanada de piedra arenisca con macetas de tiesto, con un lavadero que disponía de un paseo de acceso con bancos para el descanso y la observación de las plantas. Ahora de todo ello solo quedan unos naranjos y restos de una terraza hexagonal, así como algunas conducciones acanaladas que servían para llevar agua desde una noria al aljibe.
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