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OPINIÓN

¿Y si Sant Antoni se hubiese celebrado en Magaluf?

'Poblers' de fiesta el domingo por Sant Antoni. Guillem Bosch

Hagamos un ejercicio de periodismo-ficción, a raíz de la multitud congregada el domingo en sa Pobla por Sant Antoni pese a las restricciones impuestas por la pandemia, sin que nadie haya asumido ninguna responsabilidad.

El relato ficticio es el siguiente.

Un grupo de empresarios de Magaluf, agobiados después de dos años prácticamente en la ruina bajo el yugo de la pandemia y la falta de turistas, decide aprovechar el tirón de las fiestas de Sant Antoni a fin de generar algo de animación, aunque sea en pleno invierno, para tener algún tipo de ingresos. Promocionan el evento como el primer Sant Antoni de Magaluf. Los bares abren al mediodía. Los calvianers, atraídos por la novedad, acuden a centenares. La gente bebe y charla animadamente. Algunos se lanzan a cantar. El espacio público en torno a los locales, poco a poco, se va llenando. Y se va llenando más. De pronto, centenares de personas, codo con codo, algunas sin mascarillas, forman una marea humana festiva. Sin altercados, eso sí. Mientras, a unos metros, la Policía observa, sin intervenir en ningún momento. (Después, dirán que para evitar males mayores.)

Enseguida, las imágenes de la aglomeración se difunden por redes sociales y medios de comunicación. ¿Alguien apuesta qué sucedería a continuación? Seguramente, los medios de comunicación daríamos la matraca. El Ayuntamiento saldría en tromba a censurar el comportamiento de los «bares irresponsables». El Govern, con mucha contundencia, se pondría en plan sheriff y anunciaría sanciones inmediatas: «Esto es inadmisible». La fábrica de memes que es Twitter funcionaría a pleno rendimiento: «En Magaluf se bendice con Jack Daniel’s». La sociedad mallorquina sacudiría la cabeza de un lado a otro, suspiraría y concluiría: «¡Otra vez Magaluf! ¡Qué desastre!».

Fin del relato ficticio.

El domingo, y esto ya son hechos reales, el centro de sa Pobla se llenó de vecinos que querían celebrar Sant Antoni pese a que todos los festejos (incluidos los foguerons y el piromusical) se habían suspendido para evitar aglomeraciones. Por si alguien necesita contexto, un apunte: seguimos en la cresta de la sexta ola de la covid. Sí, esa pandemia que no se acaba de ir. El domingo, en sa Pobla, la gente cantó glosas con sus amigos, con sus familiares, con desconocidos. La gente bebió en los bares de alrededor. Hubo (bastantes) mascarillas mal puestas. Nadie respetó la distancia social. Algunos alegaron que Sant Antoni es un sentimiento que llevan muy adentro, que necesitaban un respiro festivo, que no pasa nada, porque fueron «unos minutos» (no fueron unos minutos, porque ningún ser humano está de fiesta sólo unos minutos). Las autoridades municipales justificaron la relajación en el control: «¡Es Sant Antoni!». Como si nada malo pudiese pasar invocando la protección etérea del santo.

¿Qué habrán pensado los vecinos de los otros pueblos de tradición santantoniera que cumplieron con la suspensión de actos y, con pena, se quedaron en casa o celebraron en petit comitè la festividad? Desde luego, el mensaje que se les ha trasladado es el siguiente. Si el año que viene sigue la pandemia (esperemos que no, evidentemente), da igual lo que les digan sus gobernantes, ustedes salgan a la calle y disfruten: «¡Un día es un día!». Sí, habría que acotar, y una UCI es una UCI.

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