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Lletra menuda | El provecho de un fruto rentable

De la ignorancia al mimo. Esta es la diferencia de trato experimentada en muy pocos años por unos algarrobos sin los cuales no se entiende y se distorsiona el paisaje mallorquín. Pero la estética y el mero decorado natural, por muy agradables que sean, son insuficientes para el sustento cotidiano. La reconciliación con el algarrobo no es altruista ni sentimental. Tiene explicación y justificación económica. Ya no es un árbol con fruto de estricto aprovechamiento animal. Poco a poco se han ido descubriendo nuevos recursos y utilidades, sobre todo de su semilla, el garroví, con lo cual, en los últimos tiempos, se paga a unos precios que invitan a recoger de nuevo las algarrobas que antes quedaban abandonadas en el suelo. Aún hay más. La pulpa alargada que protege una semilla que apenas representa el 15% del conjunto pero marca el precio de mercado, constituye, por sí misma, un festival de recursos y posibilidades. No conviene despreciarla en modo alguno. De ella se pueden extraer harinas, azúcares, fibras alimentarias, utilidades farmacéuticas, hasta colorantes para vino y quién sabe cuántas cosas más. Es un filón que no se puede ni conviene despreciar, entre otras cosas porque resulta demasiado arriesgado fiarlo todo solo a la semilla. El complemento adecuado llega ahora de la mano de las cooperativas agroalimentarias de Balears, Catalunya y Valencia con apoyo institucional. Han ideado la instalación de una planta en Consell con capacidad de trocear 15.000 toneladas de algarrobas al año. Puede estar lista en 2025 si los fondos europeos contribuyen a financiar los 6 millones de coste. Incluso puede alimentarse de la vecina planta de hidrógeno de Lloseta. Todo muy moderno. Vale la pena el esfuerzo. Muchos pequeños productores pueden salir beneficiados.

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