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Lletra menuda | Naufragar entre competencia feroz

La bella y rejuvenecida fachada se volverá lánguida con rapidez si no consigue ser expresión de la vitalidad interior y de la consistencia económica. Es un proceso que no se improvisa ni se disimula, se da o se persigue, algunas veces con fracaso, como ocurre ahora con la naufragada pescadería de Manacor, un negocio en descuadre convertido en el último pabellón insignia arriado en la nunca recuperada plaza de abastos.

Manacor tiene un desajuste estructural y sobre todo comercial en su interior que no se resolverá solo con la ahora ilusionante estética de las nuevas fachadas. La ciudad se ha dejado amurallar por grandes superficies y franquicias. Ahora al comercio de siempre en las calles de cada día no le basta el reconocimiento oficial y la subvención pública para subsistir. La rentabilidad real está en la caja ordinaria, la profesionalidad del servicio, la calidad del producto y unos precios que no siempre pueden ser competitivos.

La plaza de ses Verdures es el gran buque visible de esta realidad que ya lleva décadas encallada en pleno centro de Manacor y la pescadería su última embarcación nodriza que no logra salir a flote. Remodelada, ha durado solo año y medio en su última concesión.

Ejercer de cliente en la plaza de abastos de Manacor es, desde hace tiempo, un acto de militancia con toque romántico del que no siempre salen bien parados la comodidad y el bolsillo.

Las costumbres comerciales y de consumo han cambiado de manera drástica en un lugar en el que los proveedores ya no son los payeses de antes. Pese a las remodelaciones, los esfuerzos, la buena voluntad y las concesiones asequibles, la plaza de sus Verduras no halla su lugar. Languidece de forma crónica ya. Es posible que haya llegado el momento de plantear un cambio de usos.

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