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Lletra menuda | El reciclaje de instalaciones

Vista aérea de uno de los silos de la fábrica de cemento de Lloseta.

En todo el proceso de transformación de la cementera de Lloseta en planta de generación de hidrógeno no queda excesivamente claro si se montan unas infraestructuras necesarias en un lugar adecuado o se realiza una pirueta de gestión para contentar al personal, callar bocas y dar nuevo uso, sin más, a instalaciones obsoletas y a terrenos baldíos de titularidad pública. Son unas dudas que planean incluso sobre el informe favorable que ahora emite la Comisión Balear de Medio Ambiente, eso sí, con correcciones puntuales pendientes de realizar. Se da nuevo uso a una cementera insostenible, ya no solo en lo físico, y, sin ir más lejos, se halla un destino para los terrenos de Son Dalmau, en Petra, aquellas tierras de cultivo en las que Gabriel Cañellas, en su época más boyante, quiso construir una fábrica de bombillas japonesas y de cuyas vicisitudes posteriores se podría escribir un vasto tratado. Ahora, afloran en ellos placas solares, una obra en proceso, en una elevación del terreno, que ya produce notable impacto ambiental y visual.

El reciclaje de instalaciones tiene sus costes y, en esta operación a cuenta del hidrógeno que realiza el Govern, se está demostrando con creces. Incluso del plácet de la Comisión de Medio Ambiente que acabamos de conocer se desprende que están en duda las consecuencias que puedan producirse sobre el tratamiento de aguas, los posibles efectos sobre la contaminación lumínica y un presumible incremento de la densidad de tráfico, sobre todo en los accesos a Lloseta.

¿Seguro que el objetivo último de cuanto se está transformando no es otro que el de dar hidrógeno a los autobuses de Palma, al puerto o a los hoteles? En una isla, estas transformaciones pueden implicar reciclar en un sitio para castigar a otro.

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