Uno de los grandes inconvenientes que presenta la instalación de placas solares colectivas es la del impacto visual y el consumo del castigado suelo rural. Sin ir más lejos, el inconcluso parque fotovoltaico que el Govern está montando en Son Dalmau de Petra ya abofetea la mirada y distorsiona el paisaje desde kilómetros de distancia.
¿Cómo hacer compatible las aconsejables energías renovables con el respeto al medio? A las administraciones insular y autonómica se les enciende ahora la bombilla y alcanzan a comprender que puede ser por la vía de la cooperación institucional y el aprovechamiento de espacios muertos de las carreteras. Gastándose unos 150 millones instalando placas solares sobre pérgolas de autopistas, taludes, pavimentos y barreras acústicas calculan que pueden lograr la electricidad equivalente al consumo de 40.000 familias de Mallorca y un ahorro de 1,3 millones al año.
A priori, la iniciativa tiene buen aspecto porque los espacios pueden ser tan renovables como las energías.