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Lletra menuda | El inagotable recurso turístico

La tendencia parece no tener fin. La inmensa mayoría de casas señoriales y edificios singulares en desuso miran su futuro, su renacer en la mayoría de los casos, con ojos turísticos. Es una solución, un salvavidas económico y patrimonial, pero también un progreso que no resulta inocuo hacia la única apuesta del negocio del ocio. La diversificación topa cada día con mayores dificultades también en el interior de Mallorca. A Lloret, en el buen sentido de la expresión, le sobra convento. El complejo de la Orden de Predicadores que sirvió de génesis a la población resulta ahora sobredimensionado para las necesidades administrativas, religiosas y cívicas del lugar. Pero lo sensato es mantenerlo con vida propia. Es una arquitectura única en un sitio privilegiado que en modo alguno se puede menospreciar. El Ayuntamiento tiene avanzada la recuperación de la volumetría que tenía el conjunto del convento hasta la desamortización de Mendizábal. Sueña con compatibilizar las dependencias municipales con la explotación turística y para ello, a la hora de afrontar la restauración, se ha procurado subvenciones encaminadas a tal fin. El primer objetivo es un Parador y si falla esta propuesta, un hotel rural o una residencia privada. O sea, que Lloret, si obtiene el plácet de la dirección general de Turismo estatal, puede incorporar a la red nacional de Paradores de Turismo el primer establecimiento mallorquín de tal condición y de mantenerse la parálisis de las obras de Dalt Vila, en Eivissa, el único de Balears.

Resulta incomprensible, por otro lado, que las islas pioneras en infraestructuras turísticas no tengan todavía ningún parador, pero esta es otra historia en la que los hoteleros, probablemente, tendrían mucho que decir. Quizás ahora llegan tarde.

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