La reapertura del matadero de Manacor se realizó en falso. Apenas duró un año. Sus instalaciones han permanecido cerradas y deteriorándose desde septiembre de 2019.
Contemplada la perenne incidencia de inactividad con óptica de interés y servicio ciudadano –en definitiva, esa es la función de un matadero municipal– resulta difícil de entender y justificar el desgaste de tan dilatado parón.
Hablamos de unas instalaciones relativamente nuevas que, según se ha demostrado, se hicieron más bien con los pies y que han reportado, en todos los sentidos, más gasto que beneficio. El catálogo de deficiencias subsanadas por el Ayuntamiento y las que deberá asumir el concesionario, si lo hay, hablan bien a las claras del pegote existente.
Se opta por una licitación para otorgar una explotación acompañada de subvención municipal capaz de hacer frente a las inversiones que quedan para un funcionamiento adecuado. Se traspasa a la empresa privada lo que la pública no ha sabido o no ha podido hacer. Sea como sea, si Manacor quiere seguir pavoneándose de capital comarcal, no puede mantener un matadero incompatible con la sanidad y la técnica.