Incluso desde el punto de vista de los estrictos intereses turísticos, la mejor promoción que se puede hacer hoy de Mallorca debe ser muda y ciega. Callar y no ver para que la isla cumpla con el sano derecho de ser ella misma. Dicho de otra forma, es la imperiosa necesidad de poner freno a la saturación para poder sobrevivir. Los excesos se pagan. Ahora estamos en esta fase. Nada como las instituciones que no ven más allá de su cartel propagandístico y después, el día en que la evidencia les sobrepasa, se ven en la obligación de pedir al personal que, por favor, no les hagan caso.
El Caló d’es Moro está casi empujado al mar por exceso de visitantes y la moda de despedir al sol en Formentor tapa todo su encanto y deteriora el ecosistema. Son los colapsos insignia de un mal que, igual que la lengua azul, se expande por toda Mallorca. Por ejemplo, hasta Bonany se ve afectado por la moda de la puesta de sol.
