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Las últimas monjas de la Caridad abandonan Sóller tras casi 160 años de historia

Sor Catalina Llabrés, sor Catalina Nicolau y sor Catalina Sansó se irán a otras comunidades religiosas

Sor Catalina Llabrés, sor Catalina Nicolau y sor Catalina Sansó. J. Mora

Sor Catalina Llabrés, sor Catalina Nicolau y sor Catalina Sansó pasarán a la historia por ser las tres últimas religiosas, miembros de la orden de las Hermanas de la Caridad, que han servido a la comunidad cristiana de Sóller. El próximo día 9 de octubre se celebrará una misa en la Parroquia de Sant Bartomeu de acción de gracias por su servicio a la ciudad, y unos días después emprenderán su camino hacia otras comunidades de religiosas de Mallorca.

Se acabará así la presencia continuada de 159 años de religiosas de la Caridad en Sóller. En 2003, a raíz de su partida de la que había sido su primera casa, establecida en 1862 en el Hospital, la congregación fue proclamada Hija Adoptiva de Sóller. Antes de eso ya habían cerrado los conventos del Port de Sóller y de la calle de la Rectoría, donde regentan el centro educativo de Sant Vicenç de Paül. Y anteriormente también otros conventos distribuidos por varios edificios y núcleos del municipio.

Las últimas monjas

También en el año 2012 se cerró la pequeña comunidad de religiosas Agustinas del Monasterio de Sa Capelleta. Por eso estas tres son las últimas religiosas que habrán servido en Sóller.

La superiora de esta pequeña comunidad, sor Catalina Labrés, no oculta que es la falta de vocaciones lo que provoca un goteo constante de cierre de conventos en todo el país. Hace décadas que en Mallorca no profesa ninguna nueva religiosa y, en consecuencia, no hay relevo generacional y ya no hay monjas jóvenes. La tendencia, desde hace años, es reducir conventos y replegarse en comunidades de cada vez más pequeñas y ancianas.

Sor Catalina Llabrés y sor Catalina Nicolau partirán hacia el convento de Felanitx, mientras que sor Catalina Sansó pasará al convento de La Soledad, en Palma. Llabrés hace 18 años que está en Sóller, Nicolás lleva cinco y Sansó tan sólo hace un año y medio que formaba parte de esta pequeña comunidad local.

La casa de la calle de la Romaguera que han habitado durante décadas y que durante una época fue conocida como casa de convivencias, ejerciendo la función de residencia de ancianos, quedará ahora cerrada a la espera de que la congregación decida cuál es su futuro.

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