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Un memorial de la palabra para romper el silencio

El Govern publica cartas de familiares de víctimas, unos escritos que sirven de «terapia»

Entrega de los restos de víctimas en Son Coletes, entre ellas, Antoni Alomar. R. F.

«El cor s’atura un segon, per després tornar a bategar». Son las palabras de Francisca Alomar. Con 93 años y tras 85 años de espera, «por fin» recibió una llamada que le cambió la vida. Habían encontrado los huesos de su padre, Antoni Alomar Mas, durante las excavaciones del verano pasado en Son Coletes. Era relojero natural de Llubí y vivía en Manacor. Desapareció en agosto de 1936 junto a su mujer Margalida Jaume, lo que «cambió para mal nuestras vidas», confiesa su hija, que agradece a Memoria de Mallorca y a la Dirección General de Memoria Democrática la ayuda para recuperar a sus familiares. De hecho, asegura que nunca ha perdido la esperanza de encontrarlos. Y eso que han pasado décadas. «La alegría fue inmensa, al fin, le habían quitado la arena que lo cubría donde lo habían lanzado sus asesinos», relata en su carta. Tras décadas de espera, Francisca describe que no se puede explicar el momento en que recibes la llamada que te avisa de que han identificado a tu padre. Ahora su deseo es encontrar a su madre para que puedan descansar juntos. Así lo escribe Francisca Alomar en una carta, una de las 48 cartas que componen el Memorial de la palabra, una plataforma abierta por la conselleria de Transició Energètica, Sectors Productius i Memòria Democràtica que sirve para romper el silencio, pero también como terapia reparadora. Este lunes es el Día Internacional de las Desapariciones Forzadas, por ello, el departamento de Memoria Democrática ha completado este proyecto que nació ahora hace un año publicando nuevas cartas de familiares escritas en memoria de las víctimas del franquismo.

Las cartas. Reprodicción de dos de las 48 cartas que se pueden leer en el Memorial de la paraula.

Las cartas. Reprodicción de dos de las 48 cartas que se pueden leer en el Memorial de la paraula. ARXIU WEB DE LA CAIB MEMORIAL DE LA PARAULA

Son hijos, hijas, nietos, nietas o incluso sobrinos y sobrinas que se dirigen a sus seres queridos. En sus escritos solo se refleja el dolor de décadas y décadas de un silencio impuesto y de un miedo a contar lo sucedido que ha hecho mella en el carácter de sus familiares más directos como el de aquellas viudas, como la de Antoni Pascual, sa padrina Francesca. Así lo relata su nieta, Francesca Pasqual: «Sa padrina Francesca no en parlava mai». «El padrí Toni va morir a la guerra», se limitaban a contarle. Ahora relata que lleva en su interior «el peso de una deuda pendiente» por no haberse planteado nunca durante su juventud realmente qué le sucedió a su abuelo. Su abuela también fue víctima. «Su duelo fue tan profundo que murió muy joven». «Sa padrina quedó sola, con tres niños pequeños, con el disgusto y nada más. Los falangistas le robaron su alegría». Además, sufrió el rechazo de muchas familias que «no querían en su casa una mujer de un rojo». A pesar del dolor, su nieta cuenta que crió a sus hijos sin infectar a su familia de rencor y rabia. «Nos transmitía paz leyéndonos rondalles». Igual que Francisca Alomar, Francesca Pasqual tampoco pierde la esperanza: «Estoy muy agradecida a la gente que trabaja para recuperar la memoria y espero que con las tareas de excavación en Son Coletes, un día encuentren tus restos y podamos recuperarte porque aún te esperamos».

De hecho, el director general de Memoria Democrática, Marc Herrera, destaca que se trata de unas cartas escritas «desde la humanidad, desde el amor y sin ánimo de venganza» como demuestra el relato de Francesca Pasqual. «Solo ponen de manifiesto que sufrieron una injusticia increíble», remarca Herrera. «No tuvieron derecho a pasar el duelo. Las señalaron durante décadas con el dedo y eso ha creado un trauma en muchos casos», desvela Herrera. «En silencio, sin una palabra más alta que otra, te continuamos buscando». «No olvidamos fácilmente una injusticia» pero «nunca caímos ni caeremos en la trampa del odio», escribe Antoni Pallicer, bisnieto de Antoni Company.

Las cartas. Reprodicción de dos de las 48 cartas que se pueden leer en el Memorial de la paraula.

Las cartas. Reprodicción de dos de las 48 cartas que se pueden leer en el Memorial de la paraula. ARXIU WEB DE LA CAIB MEMORIAL DE LA PARAULA

«No solo mi abuelo fue víctima de la guerra. La padrina Francisca lo fue igual pese a que a ella no la fusilaron», escribe Francisca Gelabert, que de pequeña siempre le habían dicho que el padrí Biel Gelabert murió en tiempos de guerra. De nuevo, el silencio impuesto durante décadas. Y es que la firme negación a perder la memoria de sus seres queridos es otro elemento común en estos relatos, igualmente sirve de «terapia curativa». «El disgusto de tu desaparición fue tan doloroso para tu familia que duró más de 80 años», afirma Joana Aina Blanch en su carta dirigida a su abuelo Andreu Blanch, Serol, de Porreres. «Te detuvieron en Palma delante de tu hijo Toni de 6 años. Viviste un día más y luego ese niño quedó marcado por la injusticia y la rabia para siempre». «Querido abuelo, siempre has estado en la memoria de todos nosotros y nunca te olvidaremos», se despide.

Precisamente, Herrera remarca que escribir estas cartas a modo de terapia es el objetivo de este memorial de la palabra, un proyecto pionero desde una institución pública ya que en el resto del Estado hay casos similares pero siempre parten de entidades memorialísticas. «En aquellos tiempos no había psicólogos y creían que la manera de superar estas cosas era olvidándolas, para lograrlo lo que debían hacer era no hablar de ello. Hay cosas que no se pueden olvidar y la padrina quedó marcada de por vida», confiesa Francisca Gelabert, que cuando se enteró de la verdadera historia de su padrí Biel, su abuela ya no vivía. «Ayuda poder hablar de ello, ella nunca lo pudo hacer», lamenta.

El secretario autonómico de Memoria Democrática, Jesús Jurado, remarca que leer estas cartas permite empatizar con las familias, conocer directamente sus sentimientos y darse cuenta de las consecuencias que han tenido cada una de las desapariciones. «Publicar estas cartas es una manera de sanar, de romper el silencio», sentencia Jurado. El reto de Memoria Democrática lo avanza su director general: «hacer un trabajo a nivel pedagógico a través de estas cartas» porque su principal misión es que los ciudadanos empaticen con los familiares de los desaparecidos, algo que sin ninguna duda se logra al leer sus relatos más sinceros.

Las víctimas. Un 'colage' de portada del memorial. ARXIU WEB DE LA CAIB MEMORIAL DE LA PARAULA

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