La aparición de plataformas cívicas destinadas a denunciar el incumplimiento de la ley y exigir la salvaguarda de valores y patrimonio colectivo debería ser, por sí solo, motivo suficiente para poner en guardia a las administraciones. Pero no es así, la prueba está en que algunos de estos colectivos se ven forzados a perdurar en el tiempo cuando lo lógico sería que tuvieran una existencia fugaz o temporal.
El problema, nada menor, de las carreras de motos y coches de cilindrada trucada en la carretera de la Serra plasma una de estas realidades espeluznantes, molesta y hasta trágica, porque ya se ha cobrado demasiadas víctimas.
La falta de solución en este caso se vuelve desesperante. Va en contra de todos, incluidos unos conductores que infravaloran su propia integridad física.
Digan al mundo que tal despropósito ocurre sobre un asfalto que serpentea un paraje patrimonio de la Humanidad y se sucederán las reacciones de incredulidad y protesta.
Vistos los antecedentes, quizás este es el único camino factible de solución. Hubiera sido más sensato que los pilotos equilibraran y modularan el sentido de la responsabilidad o, en su manifiesto defecto, que las autoridades se hubieran puesto en su sitio forzando la aplicación regular del código de circulación. No es el caso.
