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La cabra salvaje, la gran amenaza de la flora endémica

Miquel Capó avisa que «ha dejado de estar gestionada por los pastores. Está asilvestrada, va por su cuenta, se alimenta del monte y se reproduce de manera descontrolada»

Cabra silvestre (‘Capra aegagrus’) en la Serra de Tramuntana. | SEBASTIÀ PERELLÓ SUAU

La sobrepoblación de la cabra salvaje (Capra aegagrus) en la isla de Mallorca supone un problema para la flora endémica. Miquel Capó, biólogo de la Universitat de les Illes Balears (UIB), especializado en conservación de la flora balear y con un Máster en biotecnología aplicada a la biodiversidad, lo ha dejado claro en su tesis doctoral: Preadaptación y vulnerabilidad de la vegetación de las islas Balears frente a la herbivoría de vertebrados no nativos.

«La cabra ha dejado de estar gestionada por pastores o fincas privadas que controlan sus rebaños. Ha pasado a ser un animal asilvestrado, va por su cuenta, se alimenta del monte y se reproduce de manera descontrolada. Solo se caza en lugares muy concretos, los cotos de caza», explica Capó. «La gestión no sería necesaria si fuera una población natural, como otras especies que tienen sus mecanismos de autorregulación. El problema de la cabra, así como podría haber pasado con otra variedad de ganado, es que la naturaleza no tiene en cuenta su papel en el medio; como hemos observado en otras especies más invasoras», añade.

Su tesis lo que demuestra es que ese crecimiento de densidad también afecta a las comunidades vegetales: «Por ejemplo, la Euphorbia, que es tóxica y en grandes cantidades letal, está desapareciendo ya que al haber tantas cabras, una da un pequeño mordisco y sobrevive, viene otra y también sobrevive, y así sucesivamente. A la larga ninguna muere, pero la planta sí. Es una mala señal porque, si una planta tóxica puede llegar a eso, las no venenosas podrían llegar a colapsar».

El conflicto ha ido creciendo con los años, empezó en los 60 con el abandono de los núcleos rurales

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Por otro lado, las especies endémicas están aún más amenazadas, ya que «al ser típicas del lugar, si la situación empeora se extinguen». Algunas son capaz de defenderse, otras en cambio no, por ello muchas sobreviven en paredes de la montaña inaccesibles. De esta manera, validado por los cercados de exclusión que hay en distintas zonas de la Tramuntana, si las cabras no tienen acceso; esas plantas que están en sitios infranqueables rápidamente colonizan el suelo. El problema es que no hay el margen de tiempo necesario para que eso suceda, por la existencia del herbívoro.

Miquel Capó, biólogo de la UIB.

«He estado en contacto con la administración, con los gestores desde el minuto cero que empecé la tesis. Me he reunido con cazadores, agentes de medioambiente, la autoridad ambiental, entre otros. La conclusión que saqué, que ratifica el doctorado, es que lo imprescindible es el manejo, para que haya un balance de su existencia», afirma el biólogo. «Se debe regular en qué zonas de Balears puede estar, y en cuáles no por ser vulnerables o corran el riesgo de perder flora, para que su presencia sea inocua», continua.

«Mientras unos sectores quieren que siga aflorando y otros que se erradique, la cabra campa a sus anchas. Ahora mismo, se está debatiendo si hay que hacer una reducción de herbívoros, desde mi punto de vista, reducir la población sería lo más sensato», opina. «Erradicar la cabra es una postura muy polémica, ya que para algunos supone eliminar un símbolo de Mallorca», admite.

El futuro de la flora

Si se hace algo al respecto, «cuesta un poco predecir si la flora se restablecería paulatinamente, ya que la isla cuenta con hábitats muy diferentes. Seguramente, sí habría un efecto positivo, casi todas las plantas se recuperarían rápidamente, aunque algunas especies puede que tardasen más. A gran escala, no sería necesario replantar», afirma. Sin embargo, algunas zonas concretas sí podrían necesitar un refuerzo de replantación, porque las especies endémicas o amenazadas como la prímula balear (Primula acaulis balearica); el agrostis de Barceló (Agrostis barceloi); el túrbito de Puig Major (Coristospermum huteri) o el ugó (Ononis Zschackei), no se reproducirían con tanta facilidad.

Acabar con esta problemática «no es viable a corto plazo», confiesa Capó. Además de que con posterioridad se tendría que monitorear la zona montañosa para ver cómo se desarrolla el entorno. «A lo mejor al retirar los herbívoros, otra especia gana demasiada fuerza, u otras situaciones. En otras islas donde han erradicado la cabra, al hacer el balance han visto cómo alguna planta ganaba terreno frente al resto, por ello se han gestionado y se ha vuelto al equilibrio», comenta. Por desgracia, esta cuestión no es reciente, el conflicto ha ido aumentando con el paso de las décadas. Comenzó en el albor de los años 60, cuando Balears cambió su modelo económico por el turismo, provocando un abandono masivo de los núcleos rurales, y una migración a la zona costera y urbana.

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