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Lletra menuda | La referencia del virus animal

Dos operarios colocan las dosis contra la lengua azul, que deben conservarse a una temperatura de entre 2 y 8 grados.

En tiempos condicionados por una pandemia humana y con especial sensibilidad sobre virus y contagios, la reaparición de otra escalada de infecciones animales adquiere especial trascendencia y capta la atención, tanto por necesidad como por actualidad. Es así por mucho que se reitere que la última versión de la lengua azul sigue sin tener potestad de transmitirse a los humanos y que el consumo de carne infectada tampoco presenta riesgo para la salud. Las evidencias científicas en este sentido no podrán evitar, sin embargo, un cierto repelús porque apetece más bien poco comer carne degustada antes por mosquitos contaminantes. Pese a análisis, certificaciones y etiquetas homologadas, alimentarse es también un acto de fe.

La realidad se ha impuesto y ahora todos somos alumnos aventajados en pandemias y contagios. La Administración nos imparte una tesis nueva cada día, aún a sabiendas de que los tropiezos acumulados nos hacen avanzar también en incredulidad o, en el mejor de los casos, en escepticismo.

Hemos aprendido cuando menos que el común de los males colectivos no se extinguen de modo irreversible. Siempre pueden mutar o volver. Es el caso de la lengua azul, de la que nos despedimos contentos en 2005, pero que ahora ha hallado el modo de mitigar su añoranza por los recodos del Migjorn y la Serra. Dado que más de 22.000 vacas y 275.000 ovejas de la isla son sus víctimas potenciales, la conselleria de Agricultura se puso a vacunar a todo tren, hace ya tres semanas, cuando se detectó el nuevo brote. Unos 50.000 animales están ya inoculados en una campaña que se espera finalizar en octubre. Tal como están las cosas es importante transmitir información veraz y confianza sobre las enfermedades virales infecciosas.

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