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Lletra menuda | El escudo de la descoordinación

La historia es inapelable. Los hechos pasados de todo signo, buenos y malos, son los que fueron. No hay lugar a su modificación pero si a una interpretación capaz de situarlos en la dimensión adecuada, sobre todo si con ello se previenen posibles desgracias futuras y se amortiguan tragedias irreparables. Que a estas alturas todavía exista división municipal para condenar el alzamiento de Franco del 18 de julio de 1936 significa que permanecen algunas heridas abiertas y que un sector de la sociedad tiene recelos ante la pluralidad o reniega de la historia inapelable. No debería ser cuestión de derechas o izquierdas, solo de devoción a la vida y la libertad. Una veintena de ayuntamientos de la isla no han secundado la iniciativa de Memòria de Mallorca para poner las banderas a media asta el 18 de julio. El PP ha bloqueado la acción en todos los sitios que ha podido y algunos consistorios han hecho malabarismos y buscado pretextos para argumentar sus ceremonias de la confusión. Llamativos resultan los casos de municipios tan significativos como sa Pobla, Llucmajor o Felanitx. Todos los grupos municipales de sa Pobla apelan a la «descoordinación» como causa de la falta del decreto del alcalde que debía condenar el golpe de estado franquista. La culpa es de una burocracia que seguro hubiera estado bien engrasada con un verdadero interés de los políticos. Se ha demostrado demasiadas veces que las cosas funcionan así. En Llucmajor el ayuntamiento dio marcha atrás por falta de consenso mientras que en Felanitx la oposición organizó su propio acto de protesta acusando a El Pi de dejarse arrastrar por el PP. Muchas veces los símbolos y los gestos son importantes. En el caso de la guerra y la violencia no deberían dar lugar a doble interpretación.

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