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Lletra menuda | La salud animal y la salud humana

Dos operarios colocan las dosis contra la lengua azul, que deben conservarse a una temperatura de entre 2 y 8 grados.

La gran concentración de esfuerzos, condicionantes de vida y premura de reacción que ha impuesto la covid-19 han dejado en un segundo plano, aletargadas para la opinión pública, otros contagios latentes y predispuestos a la reaparición. La salud humana y la salud animal no pueden desvincularse, requieren control y prevención asociada.

La lengua azul se daba por extinguida en España hasta que hace apenas dos semanas se declaró un brote en Mallorca. La conselleria de Agricultura inició ayer el proceso de vacunación de todo el ganado ovino y bovino de Mallorca y se proclama autocomplacida con la rapidez de reacción que ha podido demostrar. Es innegable que así ha sido, pero, en cuestiones de contagios, conviene ser más cautos y prudentes ante una población en general y unos ganaderos en particular, que ya están demasiado escaldados a fuerza de rebrotes inesperados.

Se persigue el objetivo de que la lengua azul, inofensiva para los humanos, no salte a la península y, por ejemplo, se convierta en una aliado inoportuno del ministro Garzón en su campaña de poner coto al consumo desmesurado de carne roja o pueda dar cancha a quienes contestan, desde la simplicidad, el buen fin ministerial de velar por la salud pública.

No apetece comer carne condimentada con lengua azul, por muy inocua que sea. Conviene acotarla y después devolverla a la extinción. Para ello queda por delante un largo proceso de vacunación que se prolongará por lo menos hasta el mes de octubre. Se sabe que se concentra en el norte de la isla y que no se expande con rapidez. La urgencia inmediata se centra sobre los animales que deben embarcar y después habrá que dar con las explotaciones que están al margen de las asociaciones de defensa sanitaria. Hay trabajo.

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