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El propietario de un restaurante de Magaluf: «He gastado 25.000 euros de mis ahorros este año en el negocio»

Algunos restauradores confiesan sentirse «ahogados» con las facturas y no descartan echar la persiana

Algunos bares ayer abiertos en Magaluf.

Rafael Mejías, quien regenta el Mesón Can Miguel desde hace 26 años con su familia, asegura sentirse desbordado. En lo que llevamos de año ha inyectado al negocio 25.000 euros de sus ahorros. Confiesa que el restaurante se ha convertido en una «ruina» y si durante esta temporada turística no pueden trabajar, no descarta echar la persiana. «Los gastos nos están comiendo», sostiene, mientras enumera la lista «interminable» de facturas que debe pagar como el autónomo, seguro de los trabajadores, alquiler, luz (ha llegado a pagar hasta 600 euros con el local cerrado)...

«Solo le pido a los gobernantes que nos dejen trabajar. Con los horarios que han establecido nos lo ponen muy difícil», señala Mejías en referencia a la prohibición de abrir los interiores así como el horario «intermitente».

A escasos metros se encuentra el Bar Cupido, que dirige Francisco Javier Cañueto. Su público objetivo son los españoles. «El problema es que la mayoría se encuentra de ERTE, de modo que no tienen dinero para gastar», indica. Se encuentra él solo trabajando (antes de la pandemia tenía un empleado) y va sirviendo algunas cervezas y cafés hasta que llegan las cinco de la tarde y debe cerrar. «El nuevo horario no vale para nada, al menos para los bares», señala, al tiempo que reclama que les amplíen el horario y les pongan más facilidades para «poder trabajar».

En la tienda de Xin, que también se ubica en Magaluf, pasan las horas y nadie pone un pie dentro. Se trata de un souvenir que tiene «un poco de todo». Abrió sus puertas en el año 2008, y pese a sobrevivir a aquella crisis económica, ahora Xin no se muestra tan optimista. Las pérdidas son «importantes» y los gastos no remiten. Por ello, al igual que Mejías, Xin está a la expectativa de ver qué ocurre esta temporada turística. Será el trabajo de este verano el que incline la balanza hacia continuar con un negocio con trece años de vida o, por el contrario, acabar con él. «Sería una pena pero no puedo hacer más», sentencia Xin.

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