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Huertos sociales, espacios de transformación y comunidad

Porreres impulsa esta iniciativa en el Celler Mesquida Mora y que cuenta con la supervisión de los técnicos de APAEMA, una entidad que aboga por expandirla a todos los municipios

El Celler Mesquida Mora de Porreres ha cedido 200 metros de huerto para que familias en situación de vulnerabilidad puedan cosechar sus propios cultivos bajo la supervisión de los técnicos de APAEMA y con la colaboración del Ayuntamiento. | APAEMA/MESQUIDA MORA

Los huertos sociales se han convertido en un auténtico espacio de transformación, un espacio para entrar en contacto con la tierra, desconectar de los azotes de la pandemia y, sobre todo, hacer comunidad. A todo ello se suma un aprendizaje casi sin darse cuenta que puede abrir la puerta laboral a más de uno. Manacor, Porto Cristo, Artà, Colònia de Sant Pere, Cala Millor, Petra o Capdepera son algunos municipios con este tipo de experiencia.

Porreres acaba de impulsar uno en el celler Mesquida Mora mientras que Deià también quiere ponerlos en marcha. De hecho, desde la Associació de Producció Agrària Ecològica de Mallorca (APAEMA) lo conciben como un «servicio público». «Ahora mismo son espacios muy útiles para las familias en situación de vulnerabilidad. La mayoría son usuarias de Servicios Sociales. Son familias que han sufrido las consecuencias de la pandemia o que vienen arrastrando antes una situación precaria», recalca su director técnico, Nofre Fullana. Y es que además de poder abastecerse de los alimentos que cultivan, tener un espacio de tierra les permite salir de su día a día. «Es como un espacio de desconexión, un espacio para hacer comunidad ya que las distintas familias usuarias se relacionan, se unen diferentes culturas y eso supone una gran riqueza», sentencia Fullana, que aboga por expandir este tipo de proyectos por toda la geografía mallorquina.

Huertos sociales, espacios de transformación y comunidad

Huertos sociales, espacios de transformación y comunidad

De hecho, APAEMA suma ocho años de experiencia en huertos sociales. El primero se implantó en Petra en 2013 y desde la entidad conciben estos proyectos como un «servicio público». «En estos tiempos de pandemia es un proyecto de mucho valor», sentencia Fullana. «Todos los Ayuntamientos deberían poner a disposición de las familias vulnerables terrenos para cultivar pero también para las interesadas en tener un pequeño huerto», añade. Pero el valor va más allá de cultivar sus propios alimentos y de entrar en contacto con otras familias. Y es que además los huertos sociales son una posible puerta laboral. «Sin que ellos se den cuenta, los técnicos de APAEMA los están formando a escala de huerto ecológico familiar pero quién sabe si a alguno se le despierta el gusanillo y decide buscar trabajo en este sector», apunta Fullana. En la misma línea, se postula Bàrbara Mesquida, del celler Mesquida Mora: «Los usuarios están ilusionados, comparten conocimientos, están agradecidos, hacen comunidad y es un aprendizaje. El contacto con la tierra es terapéutico de por sí pero cuando se trata de personas en situación de vulnerabilidad, aún más porque cultivar algo propio y poder comer de tu cosecha genera una gran satisfacción», razona Mesquida.

Huertos sociales, espacios de transformación y comunidad

De hecho, la filosofía de Bàrbara Mesquida es emprender pequeñas iniciativas que puedan mejorar su entorno más inmediato. «No puedo cambiar el mundo pero sí puedo cambiar 20 hectáreas y ayudar a la gente que me rodea», confiesa. En el celler Mesquida Mora, en Porreres, había un trozo de tierra inutilizado. «Qué lástima que haya gente que no tenga tierra para cultivar, si la pudiera ofrecer seguro que la gente estaría contenta», pensó. No dudó en trasladar su idea a APAEMA. Juntos perfilaron la iniciativa y contactaron con el ayuntamiento de Porreres. Y así, todos los puntos del triángulo encajaron porque el Consistorio que encabeza Xisca Mora llevaba un tiempo analizando cómo se podría implantar. «La iniciativa privada, pública y el asociacionismo han confluido y conforman un triángulo de colaboración», define Mesquida. De momento, son cinco familias las que se benefician de este huerto social porrerenc. Todas ellas cuentan con la ayuda y el asesoramiento de los técnicos de APAEMA. Hay una sexta parcela destinada a convertirse en un espacio formativo. La alcaldesa confiesa que ya hay lista de espera y confía en poder sumar más familias y terrenos si esta recién estrenada iniciativa funciona. «La gente está muy contenta», confiesa Mora, que ve este huerto social como un «espacio inclusivo pero también de aprendizaje ya que cuentan con la supervisión de los técnicos de APAEMA ». El Ayuntamiento también estudia poner en marcha un banc de terres. Mora explica que hay muchas tierras que se están abandonado, la idea sería cederlas a un payés, que a cambio compensaría al propietario con una parte de la cosecha cultivada. «Está comprobado que a todos nos va bien tocar tierra y, en esta situación que vivimos hoy en día, parece que lo necesitamos más que nunca», sentencia Mora. De momento, en el huerto social del Celler Mesquida Mora ya hay los primeros cultivos de verano sembrados, igual que las plantas aromáticas y las familias usuarias disfrutan cuidando este preciado espacio de forma colectiva.

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